CAP. XVII: Se resuelven los argumentos de los adversarios basados en los testimonios de la Escritura.

Queda por resolver los argumentos. El PRIMERO lo toman de Mateo 28:19-20: "Bautizad a todas las naciones en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todas las cosas que os he mandado." Aquí observan que no se dice "enseñando vuestros mandamientos", sino "los míos". De ahí concluyen que no es lícito para los obispos dar preceptos. Este es el argumento de Juan de Wessalia. Respondo que, en lo que el Señor mandó, también está incluido que se observen los preceptos de los prelados. Pues el Señor dijo: "Quien os escucha, a mí me escucha", etc.

El SEGUNDO argumento se toma de Deuteronomio 4:2: "No añadiréis nada a la palabra que os hablo, ni le quitaréis nada." Y en el capítulo 12: "Lo que te mando, eso solamente harás al Señor; no añadas ni quites nada." Aquí se habla de los preceptos ceremoniales y judiciales, pues en el capítulo 4 precede: "Escucha, Israel, los preceptos y las leyes." Y en el capítulo 12: "Estos son los preceptos y las leyes", etc. Ahora bien, si Dios ordenó a los israelitas que no añadieran ningún precepto a los que se contienen en la Escritura del Antiguo Testamento, ¿cuánto más se debe considerar que mandó que los cristianos no añadan al Evangelio, que es mucho más perfecto que el Antiguo Testamento? Este es un argumento que utilizan Lutero, Calvino y casi todos los demás. Pedro Mártir lo considera tan importante que en su comentario al capítulo 8 de la primera carta a los corintios escribió en el margen: "NOTA, buen argumento."

Respondo que la adición o sustracción de un precepto puede entenderse de dos maneras. PRIMERO, que se añada un precepto al número de los preceptos, como si a los diez mandamientos se añadieran dos más, y se hicieran doce, o se restaran dos de los diez y quedaran solo ocho. SEGUNDO, que sin multiplicar el número de preceptos, se haga más o menos de lo que el precepto ordena, como si, cuando Dios mandaba que se comiera un cordero en la Pascua por cada familia, alguna familia comiera dos corderos o solo la mitad. Por lo tanto, digo que la Escritura no prohíbe la adición en el primer sentido, sino solo en el segundo, es decir, que no prohíbe añadir al número de preceptos, sino añadir o restar en el cumplimiento de la obra ordenada.

Pruebo esto porque encontramos que los judíos añadieron al número de los preceptos tanto ceremoniales como judiciales.

De las ceremonias añadidas, tenemos muchos ejemplos. Pues en Ester 9:20-21, dice la Escritura: "Mardoqueo escribió que recibieran como festivos el día catorce y el día quince del mes de Adar, y que cada año se celebraran con honor solemne." Y más adelante: "Los judíos aceptaron esto para ellos y para su descendencia, y para todos aquellos que se unieran a su religión, que no sería lícito pasar estos dos días sin solemnidad." Asimismo, en Judith 16:31, al final: "El día de esta victoria se ha contado entre los días santos por los hebreos y se celebra por los judíos desde aquel tiempo hasta hoy." Y en 1 Macabeos 4:59: "Judas y sus hermanos, y toda la asamblea de Israel, establecieron que el día de la dedicación del altar se celebrara en su tiempo cada año, durante ocho días." Aunque esta fiesta era nueva y añadida a las antiguas, el Señor también la honró con su presencia, como se muestra en Juan 10.

De las leyes judiciales tenemos un ejemplo en 1 Samuel 30:24-25, donde David estableció una nueva ley: "La parte será la misma para los que descienden a la batalla y para los que se quedan con el bagaje." Y la Escritura añade: "Y desde aquel día fue establecido y constituido como ley en Israel." No importa que diga "como ley", ya que en hebreo no se encuentra "como ley", sino solo "לחק ולמשפט" (lehóq ulemishpát), que son las mismas palabras que se encuentran en Deuteronomio 4 y 12. Por lo tanto, la Escritura no prohíbe añadir nuevos preceptos, sino añadir o restar en el cumplimiento de la obra ordenada.

Esto se confirma porque en Deuteronomio 4 y 12 Moisés no se dirige a los príncipes, cuyo deber es promulgar leyes, sino al pueblo, cuyo deber es obedecer. Por lo tanto, solo les ordena lo que convenía ordenar al pueblo, es decir, que cumpliera íntegramente las obras ordenadas, sin añadir ni restar. Moisés lo explica más claramente en Deuteronomio 5:32, donde, hablando de lo mismo, dice: "Haced lo que el Señor vuestro Dios os ha mandado; no os desviaréis ni a la derecha ni a la izquierda." Pues es cierto que aquí Moisés habla del cumplimiento de los preceptos, no de promulgar nuevas leyes.

Debemos observar que, cuando Moisés ordena no añadir a lo que prescribe la ley, esto debe entenderse de una adición que corrompa el precepto, no de una adición que lo perfeccione. Pues cuando la ley dice: "No robarás", quien no solo no roba, sino que también dona de lo suyo, hace más de lo que la ley ordena; y, sin embargo, no se dice que añade, porque no destruye el precepto, sino que lo observa mejor. Pero cuando la ley dice que solo se deben sacrificar ovejas, bueyes y aves puras, si alguien quisiera sacrificar también perros, cerdos o personas, estaría añadiendo y corrompiendo el precepto. Este ejemplo se menciona en Deuteronomio 12, cuando se prohíbe la adición, para que no sacrificaran a sus hijos, como hacían los gentiles.

SEGUNDO, el argumento puede resolverse incluso si admitiéramos que la Escritura prohíbe la adición de nuevas leyes. Pues esta prohibición debe entenderse solo en cuanto a la adición de leyes contrarias a las leyes anteriores, como rectamente observa Santo Tomás en el capítulo 1 de la carta a los Gálatas, lecturas 2 y 3. Y esto se confirma por las leyes añadidas posteriormente, como ya hemos mostrado.

TERCERO, también se podría decir que no es la misma razón para el Antiguo Testamento que para el Nuevo. Pues la ley del Antiguo Testamento fue dada solo a un pueblo y por un tiempo determinado, es decir, hasta la venida de Cristo. Por lo tanto, pudo determinar todo de manera particular, como lo hizo. En efecto, prescribe en detalle todo lo que concierne tanto al culto de Dios como a los juicios y disputas civiles. Por esta razón, no es sorprendente que prohibiera añadir otras leyes. Pero la ley evangélica fue dada a todo el mundo, es decir, a pueblos de naciones muy diversas, y está destinada a durar hasta el fin del mundo. Por tanto, no pudo determinar todas las cosas en particular de manera que no fueran necesarias otras leyes, tanto civiles como eclesiásticas. Pues no es posible que pueblos tan diversos coincidan en las mismas leyes y ritos. Así que Dios juzgó que era mejor entregar en el Evangelio, que es común a todos, las leyes más generales sobre los sacramentos y los artículos de fe, y dejar que los Apóstoles y sus sucesores instituyeran otras leyes más particulares, según la diversidad de lugares y tiempos.

TERCER argumento: Calvino toma su argumento de Isaías 33:22, donde leemos: "El Señor es nuestro juez, el Señor es nuestro legislador, el Señor es nuestro rey." Estas palabras, según él, son equivalentes a decir: "Solo el Señor es nuestro juez, legislador y rey", como se desprende de la epístola de Santiago 4:12: "Uno solo es el legislador y juez, que puede salvar y destruir."

Respondo que Isaías y Santiago hablan del legislador principal, que por su propia autoridad puede juzgar y promulgar leyes. Nosotros no decimos que el Sumo Pontífice sea tal, sino solo Dios y Cristo. No consideramos al Pontífice ni como rey, ni como juez, ni como legislador principal, sino como vicario del rey, juez y legislador, que puede promulgar leyes en nombre de Cristo, con su autoridad.

De hecho, así lo expresa el beato Cipriano en el libro 1, epístola 3, donde dice que el Pontífice es juez en lugar de Cristo.

OBJECIÓN: Dirás que Santiago, diciendo: "Uno es el legislador y juez, que puede salvar y destruir", da una razón de por qué todos los hombres deben obedecer las leyes y no promulgar leyes, excluyendo así a todos los demás legisladores, que pretenden obligar las conciencias, condenar a los transgresores y salvar a los obedientes. Pues él dice: "No habléis mal unos de otros. El que habla mal de su hermano y juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga la ley." Es decir, quien critica a su hermano que hace el bien, como el que perdona injurias, está criticando la ley, que ordena ese bien. "Si juzgas la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es legislador y juez, que puede salvar y destruir."

Respondo que Santiago está hablando a todos los hombres en cuanto están sujetos a algunas leyes, y quiere decir que a nadie le es lícito juzgar la ley de su superior, pues solo hay un legislador y juez principal, que solo debe dar leyes y no recibirlas; que puede salvar y destruir sin temer a nadie ni esperar nada de nadie. Ahora bien, el Papa y los demás obispos, aunque pueden juzgar y promulgar leyes, también serán juzgados por Dios y deben obedecer las leyes de Dios.

CUARTO argumento: Calvino toma su argumento de Isaías 29:13: "Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y me temen según mandamientos de hombres." Aquí el Señor se queja de que el pueblo de Israel lo temía por mandamientos de hombres, es decir, que constituían el temor, culto y religión de Dios en la observancia de mandamientos humanos. Pasajes similares se encuentran en Mateo 15 y Marcos 7.

Respondo que en la Escritura no se llaman "mandamientos de hombres" a cualquier precepto humano, sino solo a aquellos que son completamente humanos, de modo que no fueron constituidos de ninguna manera por orden de Dios, ni por inspiración, ni por su autoridad. Estos mandamientos son de dos tipos: algunos son contrarios a los divinos, y otros son completamente inútiles y vanos. Esto es evidente en todos los lugares donde se mencionan los preceptos humanos, como en Isaías 29, Mateo 15, Marcos 7, Colosenses 2, 1 Timoteo 4, y en la carta a Tito 1. Además, el Señor reprendió tres veces a los fariseos por sus tradiciones humanas.

PRIMERO, en Mateo 15, donde los reprende porque seguían mandamientos humanos contrarios a la ley divina. Pues después de decir que los fariseos ordenaban que los hijos dieran al templo lo que era debido a sus padres, añade: "Habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición." E inmediatamente cita el pasaje de Isaías. Por lo tanto, San Ireneo, en el libro 4, capítulos 25 y 26, al explicar estos pasajes de Isaías y Mateo, dice que se refieren a los preceptos de los fariseos que contradecían las leyes divinas.

SEGUNDO, en Marcos 7:8, Jesús reprende las tradiciones o mandamientos humanos, es decir, ciertas ceremonias inútiles y frívolas inventadas únicamente por el espíritu humano, que los judíos valoraban tanto que las ponían por encima de los mandamientos divinos. "Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a las tradiciones de los hombres: lavados de jarras y copas, y hacéis muchas cosas semejantes."

TERCERO, los reprende también en Mateo 23:23 porque daban más importancia a algunas leyes que a la propia ley divina. Aquí no llama a estas leyes "mandamientos de hombres", sino que dice: "Esto debíais hacer, sin dejar de hacer aquello." Solamente pecaban respecto a estas ceremonias del tercer tipo, al hacer de ellas el núcleo de la religión, cuando eran meramente externas. Eran como el perro de Esopo, que dejó el pan real por su sombra, como bien dice Ireneo en el libro 2, capítulo 12, sobre los herejes valentinianos, quienes preferían considerar a un ángel como su creador en lugar de a Dios.

Por lo tanto, los mandamientos pontificios y eclesiásticos, aunque puedan llamarse humanos porque no provienen inmediatamente de Dios, no se denominan en ninguna parte de las Escrituras "mandamientos de hombres", ni pueden ser reprendidos, ya que no contradicen los mandamientos divinos, ni son inútiles, ni decimos que deben anteponerse a los preceptos divinos, sino seguirlos.

El QUINTO argumento lo toman de las palabras de Pablo, en las cuales se afirma que los cristianos son libres de los mandamientos humanos:

2 Corintios 3:17: "Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad." Gálatas 4:31: "No somos hijos de la esclava, sino de la libre, con la libertad con la que Cristo nos liberó." Y en Gálatas 5:1: "Estad firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud."

Respondo que la libertad cristiana consiste en tres cosas.

PRIMERO, en la liberación de la esclavitud del pecado, de la cual habla Pablo en Romanos 6:18: "Habiendo sido liberados del pecado, os habéis hecho siervos de la justicia."

SEGUNDO, en la liberación de la esclavitud de la ley divina moral. Pues la ley, sin la gracia, no puede cumplirse, y aun así amenaza con el castigo si no se cumple, por lo que oprime y mantiene a las personas como siervos. Pero la gracia de Cristo nos libera de ese temor y esclavitud, no eximiéndonos de la obligación de cumplir la ley, sino inspirando caridad, por la cual cumplimos la ley fácil y voluntariamente. De esta libertad habla el Apóstol en 2 Corintios 3:17: "Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad", y en Gálatas 3:13: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros." De esto también habla Agustín en el libro De continentia, capítulo 3: "No estamos bajo la ley, que manda el bien pero no lo da, sino que estamos bajo la gracia, que, haciendo que amemos lo que la ley manda, puede mandar a los libres."

TERCERO, en la liberación de la esclavitud de los preceptos ceremoniales y judiciales de Moisés, como se menciona en Hechos 15:10: "¿Por qué tentáis a Dios imponiendo un yugo sobre el cuello de los discípulos?" Y en Gálatas 5:1: "Estad firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud."

Pero no leemos en ninguna parte que estemos liberados de la obediencia a los prelados, sino más bien lo contrario, ya que Pablo exclama: "Obedeced a vuestros superiores" (Hebreos 13:17).

Por tanto, Pedro y Pablo, previendo en espíritu a los herejes de nuestro tiempo, que bajo el pretexto de libertad no pueden soportar los ayunos ordenados por la Iglesia ni ninguna otra ley, quisieron inculcar repetidamente la obediencia a los superiores, incluso a los paganos.

1 Pedro 2:13: "Sed sumisos a toda institución humana por causa del Señor." Y más adelante: "Como libres, pero no usando la libertad como pretexto para hacer el mal." Y en 2 Pedro 2:19, hablando de los herejes: "Les prometen libertad, pero ellos mismos son esclavos de corrupción." Pablo también, en Gálatas 5:13, dice: "Hermanos, vosotros habéis sido llamados a la libertad; solo que no uséis la libertad como ocasión para la carne."

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