CAP. VI: Se responden los argumentos de los adversarios tomados de las Escrituras.

PRIMERO, citan las palabras del Señor en Juan 8: "Yo pongo mi alma". Calvino, en su epístola a los polacos, dice que el Mediador lo afirma, pero no como hombre, sino como Dios. Porque nadie tiene poder sobre la vida y la muerte, salvo Dios.

RESPONDO: Poner el alma no es propio de Dios, sino del hombre, aunque la potestad de ponerla y retomarla a voluntad le sea dada al hombre por Dios. Porque ¿qué es poner el alma sino morir? ¿Y qué es retomar el alma sino resucitar? Morir y resucitar, ciertamente, es propio del hombre, no de Dios. Y así lo explican los Santos Padres.

Agustín, en el Tractatus 47, toma "alma" por la misma sustancia del alma y se pregunta: ¿A quién le corresponde poner el alma, al Verbo, a la carne o al mismo alma? Y responde que no le corresponde al Verbo, porque el Verbo nunca dejó el alma; ni al alma, porque el alma no puede separarse de sí misma, sino a la carne, que a veces entregó el alma y a veces la retomó: "La carne," dice, "pone su alma, y la carne la retoma, pero no por su propio poder, sino por el poder del que habita en la carne." Y en el libro 3 contra Máximo, capítulo 14, dice: "¿Qué dices de aquello que también consideraste necesario mencionar, cuando manifiestamente habla como hombre: ‘Tengo el poder de poner mi alma’", etc. Crisóstomo también repite varias veces en este pasaje que estas palabras se dicen de Cristo según su humanidad. Así que Calvino verá a qué autores sigue cuando atribuye a la divinidad el poner su alma y retomar su alma.

Pero citan de nuevo las palabras en 2 Corintios 5: "Todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo." Y más adelante: "Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo mismo." Y más adelante: "Por Cristo, entonces, ejercemos el oficio de embajadores, como si Dios mismo exhortara a través de nosotros: rogamos por Cristo, reconcíliense con Dios." Y en Colosenses 1: "Haciendo la paz por medio de la sangre de su cruz, ya sea de las cosas que están en la tierra o en los cielos." Pero reconciliar, exhortar y pacificar son acciones del Mediador. Por lo tanto, Cristo, en cuanto Dios, fue Mediador.

RESPONDO primero: Reconciliar, exhortar y pacificar no son siempre acciones del Mediador. Porque es propio del Mediador reconciliar a uno con otro. Pero si alguien se reconcilia consigo mismo a su enemigo, no se le llama Mediador. Así que todo Mediador reconcilia, pero no todo el que reconcilia es necesariamente Mediador. Añado además que reconciliar a través de un Mediador es diferente de ser el Mediador. Pues una de las partes en conflicto puede procurar un Mediador y, a través de él, obtener la reconciliación, pero esa parte en sí misma no será el Mediador. Así que Dios nos reconcilió consigo mismo, pero por medio de un Mediador que envió a nosotros.

FINALMENTE, citan el pasaje de Hebreos 4: "Tenemos un sumo sacerdote que penetró los cielos." Y también Hebreos 7: "Sin padre, sin madre, sin genealogía." Porque penetrar los cielos no puede convenir a un simple hombre, ni existe ningún sacerdote sin padre ni sin madre, excepto Cristo, que es Dios y hombre. Pues Él, en cuanto Dios, no tiene madre; en cuanto hombre, no tiene padre. Por lo tanto, Cristo es sacerdote y, por ende, Mediador, según ambas naturalezas. Así, ATANASIO, en el libro Sobre la Humanidad del Verbo, y CIRILO, en su epístola a Nestorio, capítulo 10, confiesan que el mismo Verbo es sacerdote.

RESPONDO: Todo esto demuestra correctamente que la persona de nuestro Sumo Sacerdote es divina, lo cual confesamos con gran gusto. Pues en verdad JESÚS es el sumo sacerdote que penetró los cielos, quien es sin padre ni madre, y que al mismo tiempo tiene padre y madre; es Dios. Pero no es en cuanto Dios que penetró los cielos; ni es en cuanto hombre que carece de madre o tiene padre; y, finalmente, no es en cuanto Dios que es sacerdote. Porque, aunque la virtud por la cual Cristo penetró los cielos es de Dios, penetrar los cielos, ya que implica moverse en el espacio, no puede convenir a Cristo según la forma de Dios, que es inmutable, sino solo según la forma de hombre.

De la misma manera, Cristo Dios, carece de padre, pero en cuanto hombre; y carece de madre, pero en cuanto Dios. El mismo tiene padre porque es Dios de Dios, y tiene madre porque es Hijo del hombre. Finalmente, el Verbo de Dios, como correctamente enseñan Atanasio y Cirilo, es sacerdote, pero según la forma de hombre, como el mismo Cirilo atestigua en su Apología.

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