CAP. V: Refutación del mismo error con argumentos.

SE AÑADEN finalmente las razones más eficaces. PRIMER ARGUMENTO, de la definición y condiciones del Mediador. El Mediador debe estar en medio, es decir, distanciado de alguna manera de ambas partes en disputa. Pues si es completamente idéntico a una de las partes, no puede imaginarse, ni siquiera fingirse, cómo podría ser Mediador. Ahora bien, esta definición se aplica a Cristo en cuanto es un hombre justo, pero no en cuanto es Dios. Pues, en cuanto hombre, está distante de Dios; en cuanto justo, está en conformidad con Dios. Y al contrario, en cuanto hombre, está en conformidad con los demás hombres; en cuanto justo, se distingue de todos los hombres. Porque todos nacen por naturaleza hijos de la ira, pero Cristo, en cuanto Dios, no está distante de Dios de ninguna manera, es decir, ni por naturaleza, ni por justicia, ni de ningún otro modo, por lo tanto, no es Mediador en cuanto Dios, sino en cuanto hombre justo, entre Dios y los hombres pecadores. Y esto es lo que dice Agustín: entre la Trinidad y la debilidad y la iniquidad de los hombres, el Mediador es el hombre, no el injusto, sino el débil. En el Salmo 29.

SEGUNDO ARGUMENTO, si Cristo es Mediador según ambas naturalezas, ya sea tomando ambas conjuntamente, o cada una por separado: no según ambas simultáneamente; pues Cristo, tomado en ambas naturalezas simultáneamente, está ciertamente distante de los demás hombres, y también de Dios Padre y el Espíritu Santo; pero no está distante de Dios Hijo, ni por persona, ni por naturaleza, y sin embargo también debe estar distante de Él, ya que Él mismo es parte ofendida, cuya conciliación necesita un Mediador. Tampoco sirve la respuesta de Josías, quien dice que Cristo, en cuanto Dios, es Mediador de sí mismo. Pues Cristo es ciertamente Mediador de sí mismo en cuanto hombre, en cuanto es Dios. Pero decir que uno mismo, en cuanto Dios, es Mediador de sí mismo en cuanto Dios, implica una clarísima contradicción. Pues de ello se sigue que Cristo está distante de sí mismo y no distante, considerado bajo la misma razón y modo. Por lo tanto, Cristo no puede ser Mediador tomando ambas naturalezas simultáneamente: pero tampoco lo es tomando ambas naturalezas por separado, ya que Él es parte ofendida, y según esa naturaleza, Cristo no está distante de Dios. Así que queda que solo según la naturaleza humana es Mediador.

TERCER ARGUMENTO, si Cristo fuera de algún modo Mediador según la naturaleza divina, todas las tres personas serían Mediadores. Pues como la naturaleza divina es común a las tres, lo que según esa naturaleza conviene a una persona, conviene a todas las tres. De ahí viene aquella máxima de los santos Padres: Las obras de la Trinidad son indivisas. Además, es absurdo que se diga que las tres personas son Mediadores, y no parece necesitar demostración. Pues si toda la Trinidad fuera Mediador, ¿de quién, pregunto, sería Mediador? ¿Acaso hay algún Dios por encima de la Trinidad, ante quien la misma Trinidad ejerza el oficio de Mediador?

Responde JOSÍAS, que las obras de la Trinidad son indivisas, aunque algunas se atribuyen a unas más que a otras, como propias. Y pone dos ejemplos. UNO, en los actos internos; pues solo el Padre engendra, solo el Hijo es engendrado, aunque las obras de la Trinidad son indivisas. EL OTRO, en los actos externos; pues en el Bautismo de Cristo, Mateo 3, el Padre solo dijo: "Este es mi Hijo amado". Y solo el Espíritu apareció en forma de paloma. Y algo similar se lee en Mateo 17 sobre la voz y la nube en la transfiguración, y lo confirma con los testimonios de Agustín, sermón 11 sobre las palabras del Señor; y de León, sermón sobre la transfiguración, y sermón 2 y 3 sobre Pentecostés.

Pero estos argumentos son demasiado fríos. Pues engendrar y ser engendrado en lo divino no son acciones esenciales, que son comunes a las tres personas, sino que se llaman actos nocionales, que no atribuyen nada propio a las personas, salvo la relación. Porque engendrar es entender divinamente con la relación de quien produce conocimiento. Y el entender mismo es común a los tres, solo la relación es propia del que engendra; pero las acciones del Mediador son acciones ad extra, y por eso, si convienen a Cristo en cuanto Dios, convendrán a todas las otras personas, que son el mismo Dios con Cristo.

Tampoco vale el segundo ejemplo. Pues en el Bautismo de Cristo, esa voz que se oyó fue formada por toda la Trinidad, pero para significar solo al Padre. Del mismo modo, la paloma fue formada por toda la Trinidad, pero para representar solo al Espíritu Santo. Así que la acción verdadera y real por la cual fueron hechas esas cosas era común; pero la representación fue propia de una sola. Y esto lo enseñan los Padres citados. Y Agustín lo expone más claramente en el libro 2 sobre la Trinidad, capítulo 10: La persona del Padre, dice, se muestra en esa voz, cuando la paloma descendió sobre el bautizado, no porque la voz pudiera formarse sin la obra del Hijo y el Espíritu Santo, pues la Trinidad actúa inseparablemente, sino porque esa voz se formó para mostrar solo la persona del Padre. Por lo tanto, como no discutimos qué significan las obras del Mediador, sino quién las realiza, Josías debe conceder que las acciones del Mediador son comunes a toda la Trinidad. Por lo tanto, sería lícito decir que el Padre intercede por nosotros, derramó su sangre por nosotros, y otras cosas similares, que manifiestamente pertenecen a la herejía de los Patripasianos.

QUINTO ARGUMENTO: si la operación propia del Mediador se atribuye a Cristo en razón de ambas naturalezas, se sigue una confusión de las operaciones, y, por lo tanto, de las naturalezas en Cristo, lo cual es la herejía de los monotelitas y eutiquianos, condenada en el VI Concilio, acto 17. Pues cuando en el VI Concilio se rechaza una sola operación en Cristo, no se rechaza una sola operación respecto a Dios como agente principal y al hombre como instrumento. Pues es cierto que en Cristo se encuentran muchas obras de este tipo. Tales eran todos los milagros, que se realizaban por el Verbo de Dios a través de la carne, como instrumento. Pero se rechaza una sola operación, respecto a Dios y al hombre, como causa propia y principal. Porque se llama causa propia y principal a aquella que actúa por su propia virtud, que tiene según su propia forma y esencia.

Y, para ilustrarlo con ejemplos, cuando Cristo curaba las fiebres imponiendo las manos sobre los enfermos, la imposición de manos era una operación propia y principal de la humanidad, porque lo tenía según su propia forma; mientras que la expulsión de la fiebre era una operación propia y principal de la divinidad, porque esto no lo tenía según la forma de las manos de Cristo, sino solo en cuanto era aplicado por Dios para esa obra. Decir, pues, que la imposición de manos era una operación propia de la divinidad, o que la expulsión de la fiebre era una operación propia de la humanidad, y por ende que solo había una operación, imponer las manos y expulsar la fiebre, es confundir las operaciones y las naturalezas, y esta es la herejía condenada en ese Concilio.

Así pues, ofrecer sacrificios, que es el oficio del Mediador, es propio de Cristo en cuanto hombre. Pues le conviene según la forma humana, como se hace evidente, porque también conviene a los hombres puramente humanos; por lo tanto, si esto mismo conviene a Cristo en cuanto Dios, será la misma operación de ambas naturalezas como causas propias y principales, a menos que se quiera hacer de la divinidad un instrumento de la humanidad, lo cual no puede pensarse sin absurdo alguno. Por lo tanto, con esta sentencia se introduce la herejía de los eutiquianos y los monotelitas, condenada hace mucho tiempo con gran esfuerzo y casi extinguida.

Responde JOSÍAS que no es en absoluto la misma acción de la divinidad y de la humanidad el ofrecer sacrificios, aunque sea una sola obra. Pues la sustancia de la obra es propia de la humanidad, pero la eficacia y dignidad de esa obra es propia de la divinidad.

EN CONTRA: Si así fuera, no podría llamarse a la divinidad sacerdote y pontífice, como Sarnicius la llamó, ni podría denominarse sacrificante; de la misma manera que no se dice que Dios duerme o camina, aunque nos dé la eficacia para dormir o caminar. Además, la eficacia y dignidad del sacrificio de Cristo no es una acción física, ni una especie de influencia o eficiencia real de la divinidad en esa obra. Pues entonces esa eficacia, y por lo tanto el sacrificio, no pertenecería más al Hijo que al Padre y al Espíritu Santo, ya que toda operación que conviene a ellos según la esencia divina es común.

¿De dónde, entonces, preguntarás, tiene el sacrificio de Cristo su eficacia y dignidad infinitas? La tiene porque es el sacrificio de una persona divina, aunque realizado en la naturaleza humana. Del mismo modo que una misma obra realizada por un rey o por un hombre privado difiere enormemente en cuanto al valor, debido a la dignidad de los agentes, y sin embargo la Majestad real no infunde nada físico ni real en esa obra. Por lo tanto, de ninguna manera puede admitirse que el ofrecer sacrificios sea una acción de ambas naturalezas, a menos que se quiera caer en la herejía de los monotelitas, condenada y expulsada hace ya mucho tiempo.

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