CAP. IX: Se expone y refuta el tercer error sobre el descenso de Cristo a los infiernos.

La tercera explicación es la de Bucero, en el capítulo 27 de Mateo, y la de Beza, en el capítulo 2 de Hechos, quienes enseñan que en las Escrituras el sepulcro se entiende con el nombre de infierno; por lo tanto, descender a los infiernos no significa otra cosa que ser sepultado.

Calvino sigue esta opinión en parte y la refuta en parte. Pues en el Salmo 15, donde leemos: "No dejarás mi alma en el infierno," él lo traduce como: "No dejarás mi alma en el sepulcro." Y en el libro 2 de Instituciones, cap. 16, § 9, junto con Bucero, dice que es una fábula que haya lugares subterráneos para las almas y que Cristo haya descendido a ellos; sin embargo, disiente en que el descenso de Cristo a los infiernos, como se establece en el Credo, no debe entenderse como su sepultura, sino, como ya refutamos, como su descenso a las penas de los condenados.

Si alguien pregunta a Calvino y Beza dónde estaban las almas de los justos antes de la muerte de Cristo, ellos responden que estaban en el cielo, aunque ni veían a Dios ni lo verían hasta el día del juicio. Así lo dice Calvino en Psychopannychia y Beza en su libro contra Brentio sobre la majestad de Cristo, en la segunda parte, donde discute sobre la Ascensión.

Para refutar esta opinión, es necesario probar tres cosas:

PRIMERO, que los infiernos son lugares subterráneos distintos de los sepulcros.

SEGUNDO, que las almas antes de la muerte de Cristo no estaban en el cielo, sino en el infierno subterráneo, y por lo tanto, que Cristo, quien descendió al lugar de las almas, descendió al infierno subterráneo.

TERCERO, que Cristo descendió directamente a los infiernos, que son distintos del sepulcro.

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