- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
Versículo 12
Texto hebreo: Y Adán dijo: La mujer que me diste por compañera, me dio del árbol, y comí.
Adán percibe lo que Dios exige de él; sin embargo, no confiesa ingenuamente su pecado, sino que también ofrece una defensa para sí mismo, excusándose y en cierto modo, volviendo su culpa hacia Dios. Dice: "La mujer que me diste por compañera, me dio..., y comí." Primero ofrece una excusa y una defensa al confesar su culpa. Tú, Dios, dices, me diste la mujer, que estuviera conmigo, para que fuera mi consuelo, de quien tú mismo dijiste: "Haré una ayuda idónea para él." Sin embargo, ella se ha convertido en la causa de mi ruina; porque si ella no hubiera estado, ciertamente no habría pecado: ya que del fruto del árbol, del cual me habías ordenado que no comiera, comí y pequé y reconozco que pequé. Sin embargo, no tomé del fruto del árbol por mí mismo, sino que ella tomó del fruto y comió y me dio para que comiera, y persuadido y obligado por ella, comí. Sin embargo, tú me la diste, porque dijiste que no era bueno que yo estuviera solo y sin ella; y he aquí, ahora se ha convertido en el mayor mal y daño para mí.
He aquí cómo, antes de confesar ingenuamente su culpa, ofrece una excusa y una defensa y, de cualquier manera que puede, vuelve la culpa hacia Dios, y no teme ahora culpar a aquella por cuyo amor antes, para no contristarla, se atrevió a transgredir el precepto de Dios.
Pero ciertamente carece de toda excusa; porque debía obedecer a Dios y guardar su precepto, y no a la mujer: porque no la recibió de Dios como señora, sino como compañera, esposa y sujeta a su señor. Ahora bien, se debe obedecer a los señores, no a los compañeros o súbditos, a quienes más bien se debe mandar; y si fue persuadido por ella para comer, ese pecado también recae sobre él, quien permitió ser persuadido por ella, cuando pudo y debió actuar de otro modo y más bien corregirla y reprenderla, en lugar de escucharla. Ciertamente no debía nunca, para no contristar a la mujer, contristar al Espíritu Santo; y si ahora la acusa como criminal, debió primero corregirla y, cuando pecara, reprenderla: de hecho, debería haberla contenido para que no comiera. Porque no debía serle tan querida y amada que, para no contristarla, permitiera que pecara contra el Señor Dios y, por su causa, él mismo también cometiera el mismo crimen. Por lo tanto, es partícipe de ese crimen, no solo no prohibiéndolo, sino también siguiéndolo mucho más gravemente; por lo cual, excusándose a sí mismo del pecado, más bien cubre sus pecados y acumula pecado sobre pecado.
Dios pudo reprocharle todas estas cosas al miserable, y especialmente porque había deseado la semejanza con Dios, elevado por la arrogancia luciferina. Sin embargo, Dios, misericordioso y clemente, contenido por el gran espíritu de su misericordia, se abstuvo de hacer algo que podría haber llevado a la desesperación a quien ya estaba bastante agitado por la conciencia de su crimen y la vergüenza de su desnudez y el miedo al castigo, si algo más terrible se añadiera con la voz de Dios, y hubiera dicho: "¡Mi iniquidad es mayor de lo que puedo merecer el perdón!" Además, aunque no confesó completamente su pecado como debía, sin embargo, en parte, su verdadera respuesta aliviaba la culpa: aunque no la borraba, pero era una razón para seguir con las objeciones; por eso hasta ahora tuvo suficiente de él y volvió su discurso a la mujer.