Versículos 10 - 12

Texto Hebreo: Y al cabo de siete días las aguas del diluvio estuvieron sobre la tierra. En el año seiscientos, digo, de la vida de Noé, en el segundo mes, el día diecisiete del mes, en ese día se rompieron todas las fuentes del gran abismo, y las ventanas del cielo se abrieron, y hubo lluvia sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches.

Así también lo tiene la Paráfrasis Caldea.

Los meses entre los hebreos son estos: נִיסָן, es decir, marzo; אִייָר, abril; סִיוָן, mayo; תַּמּוּז, junio; אָב, julio; אֱלוּל, agosto; תשרי, septiembre; מרחשון, octubre; כסליו, noviembre; טבת, diciembre; שבט, enero; אדר, febrero; ואדר, segundo febrero, o embolismal; ya que usan meses lunares y cada tres años hacen un embolismo, es decir, un año de trece meses.

Los hebreos también establecen un doble comienzo de año: uno en asuntos profanos, otro en asuntos sagrados. En los profanos, el año comienza en תשרי, es decir, septiembre; pues creen, según la opinión del Rabino Eliezer, que el mundo fue creado en septiembre, ya que en la creación del mundo los árboles estaban cargados de frutos: y el tiempo de los frutos es septiembre; por lo tanto, después del equinoccio de otoño, cuando el año viejo se despoja de sus frutos, toman el inicio del nuevo año en septiembre. En asuntos sagrados, el comienzo lo establecen en ניסן, es decir, marzo, según aquello: "Este mes será para vosotros el principio de los meses, será el primero en los meses del año"; y el Rabino Josué cree que el año simplemente comienza en ese mes y que el mundo fue creado en él, como también creen los nuestros.

Por lo tanto, los hebreos dudan si el segundo mes, en el cual se dice que comenzó el diluvio, es אייר, es decir, abril, que es el segundo mes después de ניסן, es decir, marzo, o מרחשון, es decir, octubre, que es el segundo después de septiembre. Y esta opinión agrada más a los hebreos, tanto porque creen que septiembre es simplemente el primer mes del año desde la creación, mientras que marzo es el primero por institución divina, y por eso se dice: "Este mes será para vosotros el principio de los meses, será el primero en los meses del año": es decir, el que originalmente no fue el primero, sino que fue instituido como primero porque en él los hijos de Israel fueron liberados por la ayuda de Dios de la durísima servidumbre de los egipcios; luego, porque octubre es aún el mes de lluvias. Algunos de los nuestros aceptan esta opinión.

No estoy del todo seguro de qué opinión seguir, pero diré lo que pienso, dejando a los más sabios sus propias opiniones. Yo, entonces, dado que aquí se enumeran los años de la vida de Noé y cada año consta de meses, consideraría que estos meses también se refieren a lo mismo, de modo que cuando se dice que el diluvio vino en el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, al igual que el inicio de los años de Noé no se considera que sea el mismo tiempo en que simplemente se renueva y comienza el año, sino desde que nació Noé; así también, el segundo mes no es el que sigue al primer mes del año renovado, sino el segundo después del primer mes del año seiscientos de la vida de Noé.

Pues es costumbre que los meses de los que constan los años se numeran según el inicio de los años y, de donde comienza el año de alguien, desde allí también se empiezan a contar los meses, como leemos en Ezequiel: "Y sucedió en el año treinta, en el cuarto, en el quinto día del mes"; y en Jeremías: "Y sucedió en ese año, al principio del reinado de Sedequías, rey de Judá, en el cuarto año, en el quinto mes"; y en muchos otros lugares de la Sagrada Escritura, donde los meses se numeran según la cuenta de los años.

Y ciertamente, si se entiende así, toda esa ambigüedad se elimina y no sigue ningún inconveniente. Pues si se toma el segundo mes en la serie del año, ciertamente se nos presentan algunos inconvenientes. De hecho, se dice que el arca reposó en los montes de Armenia en el séptimo mes, el día veintisiete o, según los hebreos, el día diecisiete del mes; de donde no habrían transcurrido más que cinco meses desde que comenzó el diluvio hasta el reposo del arca. Pero ciertamente pasaron muchos más; pues llovió sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches; luego las aguas prevalecieron sobre la tierra ciento cincuenta días; después de ciento cincuenta días comenzaron a disminuir. Pero si se cuentan estos días, superarán con mucho los cinco meses lunares, que los hebreos usan según la norma de la Sagrada Escritura, y más aún porque muchos días transcurrieron desde el momento en que las aguas comenzaron a disminuir hasta que el arca reposó. Pues para que esa poca agua que sumergía la parte inferior del arca se disipara, transcurrió el tiempo desde el día diecisiete del séptimo mes hasta el primer día del décimo mes, cuando aparecieron las cimas de los montes; pues las aguas prevalecieron quince codos sobre todos los montes altos que hay bajo el cielo entero: y el arca antes flotaba elevada en lo alto. Desde el momento en que las aguas comenzaron a disminuir hasta que el arca reposó, transcurrieron algunos días, que constituyen un número mayor de los días mencionados. Por lo tanto, la Escritura divina diría o incluiría algo falso, lo cual no puede ser.

Por lo tanto, exponemos este pasaje así: "Y cuando pasaron siete días, las aguas del diluvio inundaron la tierra", como se había predicho: "Porque aún después de siete días haré llover sobre la tierra, etc."; porque esa gente, incluso con la calamidad inminente y la destrucción más cercana a las puertas, no quiso temer ni humillarse ni arrepentirse de corazón, después de transcurridos los siete días en que el misericordiosísimo Dios quiso esperarles para que se arrepintieran, ya que no se arrepintieron de ninguno de sus crímenes más perversos, envió el diluvio en el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes del año seiscientos, el día diecisiete de ese mes.

En cuanto a la época del año en que el diluvio inundó, yo consideraría que ocurrió en el momento en que los planetas húmedos se unen a las señales lluviosas; estas conjunciones suelen ocurrir en enero y febrero, cuando el sol está bajo Acuario y Piscis. Por la fuerza de esta conjunción, se dice que ocurrieron diluvios en algunas regiones: como el gran diluvio de Deucalión entre los Tesalios, cuya fábula se encuentra en Ovidio y Juvenal; también el de Ogyges, rey de los tebanos, que construyó Tebas en Beocia, en el cual, según San Agustín, ocurrió un gran cataclismo, mucho mayor que el de la época de Deucalión, que inundó gran parte de la tierra. También en Platón y los antiguos filósofos se leen muchos otros diluvios; estos ciertamente se produjeron por la fuerza de esas conjunciones.

Pero esta inundación universal y máxima, donde las aguas inundaron hasta prevalecer quince codos sobre todos los montes altos que están bajo el cielo entero, aunque concurrieron estas causas naturales, no fueron suficientes, sino que se hizo por la omnipotente virtud y poder de Dios, aumentando la fuerza y el poder de las causas naturales; por eso se dice: Yo, yo, digo, haré llover sobre la tierra.

Para mostrar que este diluvio se hizo más allá de las fuerzas de la naturaleza, dice: "Se rompieron todas las fuentes del gran abismo, y se abrieron las cataratas del cielo, y hubo lluvia durante cuarenta días y cuarenta noches." Ciertamente, ni el cielo tiene cataratas o ventanas que se abran, ni el abismo tiene fuentes; sino que es una figura retórica, como una metáfora, indicando que la tierra fue asaltada por una gran tempestad y grandes nubes de lluvia descendieron del cielo: como si el cielo se abriera y las aguas celestiales descendieran con gran estruendo y ruido, como ríos más que lluvias, cayendo del cielo abierto y roto; o como si grandes urnas celestiales, como canales de ríos, vertieran grandes cantidades de agua.

Además, por cielo aquí entendemos el medio espacio del aire, donde las aguas se contienen en las nubes como ríos en sus lechos, y allí, por mandato de Dios, se generó esta gran inundación y cataclismo de aguas; por gran abismo, muchos entienden el océano, que es el mar más grande; el abismo, sin embargo, designa una enorme masa de aguas muy profundas. A veces, el abismo se toma por las cavernas y lugares abruptos de la tierra, como decía el Santo Profeta: "Y me has traído de nuevo desde los abismos de la tierra"; y así lo expone el Rabino Abravanel, que las aguas surgían de los lugares subterráneos bajo la tierra, como de fuentes. Entonces, tanto el cielo como la tierra derramaban agua en abundancia, y de las aguas que se vertían copiosamente del cielo y las que emergían de la tierra, se formaron abismos de inmensa profundidad y profundos remolinos de agua para destruir toda carne con esa inmensa acumulación de aguas y remolinos insaciables.

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