Versículo 28

"Y los bendijo Dios y les dijo: Creced y multiplicaos y llenad la tierra y sojuzgadla y dominad a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven sobre la tierra."

La letra hebrea dice: "Fructificad y multiplicaos"; el sentido es el mismo, como dijimos antes. "Y sojuzgadla": ָהשֻׁו־ִכבְ (vekhivshuha).

El Rabino Salomón dice que "falta la letra ו (vav), para enseñar que el hombre sujeta a la mujer, y que ella no saldrá adelante; y aún para enseñar que es el hombre quien está dirigido a sojuzgar por el precepto sobre fructificación y multiplicación, y no la mujer".

El Rabino Aben Ezra dice que "la expresión: ורבו פרו (peru u'revu): fructificad y multiplicaos, no puede interpretarse como una bendición en el hombre, como en las criaturas del agua: sino que es un precepto, que los antiguos —zal, bendita sea su memoria—, trasladaron y colocaron este versículo como un memorial para decirlo".

Nosotros, sin embargo, exponemos este pasaje de la siguiente manera: "Y los bendijo Dios y les dijo: Creced y multiplicaos." Esta bendición consiste principalmente en la recepción de la virtud para propagar, para que la especie humana se multiplique en el número de substancias, para que la primera y más noble de las especies no perezca. Pues, aunque sin el pecado del hombre, la naturaleza humana, sujeta a esas primeras gemelas, podría haberse perpetuado; y Dios los creó eternos, aunque por naturaleza mortales, para que no pudieran morir, y no sería necesaria la virtud para la conservación de la especie a través de la propagación; sin embargo, habría sido para la gloria de Dios, para que esa naturaleza se comunicara a muchos elegidos por Dios para obtener la gracia y la gloria. Por eso los primeros hombres fueron bendecidos por Dios y dotados de una abundancia de dones desde el inicio de su formación, en los mejores bienes, tanto de naturaleza como de gracia: y se propagarían, y aquellos que nacieran de ellos recibirían la bendición de tantos dones y serían partícipes de las mismas bendiciones, ya que ningún pecado lo habría impedido.

En este punto, se debe notar que el matrimonio se convirtió en un sacramento, porque fue bendecido por Dios; para que entendamos consecuentemente que se otorgó la gracia para procrear una descendencia para Dios, para que quienes vinieran de allí salieran santificados. Pero después de la caída del hombre, la virtud de la propagación fue absolutamente necesaria, para que la especie humana no pereciera completamente, ya que por el pecado el hombre incurrió en la necesidad de morir.

No niego que esta bendición también pueda entenderse en la concesión de la justicia original y la gracia y de todas las demás virtudes, tanto morales y cardinales, como también teologales, así como de todos los dones gratuitos de cualquier tipo, con los cuales los primeros hombres fueron dotados y adornados por el Dios más benigno. Pero, como ya dijimos al principio, se trata principalmente de la concesión de la virtud procreativa, debido a lo que sigue: "Creced y multiplicaos y llenad la tierra y sojuzgadla." Pues la tierra debía llenarse con hombres propagados, a quienes se les dice que la sojuzguen cultivándola, y exigiendo de ella sus frutos como si fueran debidos.

Los hebreos, a partir de este pasaje, reprenden a aquellos cristianos que se han castrado a sí mismos por el reino de los cielos llevando una vida célibe, afirmando que violan el mandato divino, ya que estas palabras ordenan el matrimonio al hombre; y los herejes se alegran vehementemente en su perdición, criticando a los monjes. Pero ciertamente objetan este pasaje en vano; porque en estas palabras: "Creced y multiplicaos", o no hay un mandato, sino solo una concesión de facultad y una bendición aprobando esa obra; o si es un mandato, lo cual no niego, es un mandato para ese tiempo, desde el principio, cuando la tierra estaba vacía de hombres; ahora, sin embargo, ya está demasiado llena. Añadiría que este mandato no es para cada individuo, sino para todos en conjunto; lo cual se cumple suficientemente cuando muchos lo observan. Así se dice: "Y sojuzgadla", es decir, cultivando la tierra, y sin embargo, no todos están obligados a esto individualmente.

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