- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
Versículo 25
Texto Hebreo: Y Adán conoció de nuevo a su esposa, y ella dio a luz un hijo y llamó su nombre Set: "Porque Dios me ha concedido otro descendiente en lugar de Abel, a quien mató Caín."
Texto Caldeo: Porque el Señor me dio otro hijo.
Texto Griego: Porque el Señor me ha suscitado otra descendencia.
Después de que la Escritura Divina trazó la genealogía de Caín y la llevó hasta Lamec, ya que su intención no era otra que la de trazar la genealogía de Cristo, quien descendió de Adán según la carne, como el Beato Lucas expone en su Evangelio, detallando la genealogía de Cristo desde Él hasta Adán, vuelve a Adán y su esposa, diciendo: "Y conoció de nuevo Adán a su esposa."
Algunos hebreos explican este contexto de la siguiente manera, diciendo que, cuando las esposas de Lamec se alejaron de su lecho debido al horror de su crimen, él las hizo convocar ante Adán, quien era el juez en ese momento. Y cuando Adán les ordenó que volvieran a Lamec, ellas respondieron: "¿Y por qué tú no vuelves a tu esposa, de la cual te has alejado desde la muerte de Abel?" Por lo tanto, Adán, para no ser un obstáculo al crecimiento y multiplicación de la descendencia humana con su ejemplo, volvió a su esposa y, conociéndola de nuevo, engendró a Set. La razón por la cual Adán se había alejado de su esposa, dicen, es porque por su causa fue expulsado del paraíso de delicias y arrojado a este lugar de miserias; y porque el fruto que la mujer le dio a comer infundió en sus miembros la concupiscencia mala y la lujuria del coito.
Nosotros, sin embargo, decimos que la razón de este contexto es otra. Adán ya había comprendido, por revelación divina, que la Palabra de Dios vendría en la carne para levantar al hombre caído del pecado y redimirlo y salvarlo del poder tiránico del diablo. Y habiendo sabido, por el espíritu de Dios, que toda la generación y descendencia de Caín sería completamente destruida no mucho después por las aguas del diluvio, antes de que viniera el Mesías salvador, comprendió que no nacería de su posteridad. Pues no convenía que aquella descendencia santísima, en la cual serían benditas todas las generaciones y todas las naciones, germinara de aquella raíz pésima y maldita de Caín; porque fue maldito especialmente por esta razón: que ninguna descendencia fiel, santa o justa germinaría de su raíz. Por lo tanto, se propuso dedicarse a una nueva generación de la cual Cristo nacería según la carne, y volvió a unirse a su esposa.
Adán tenía ciento treinta años cuando se dedicó a esta nueva generación; de donde se evidencia que esto no pudo haber sucedido después del mencionado crimen de Lamec, aunque en el contexto del discurso se coloque posteriormente. Porque no podrían haberse completado dentro de ese tiempo las siete generaciones de Caín, especialmente cuando en esos tiempos no se casaban y engendraban hijos prematuramente, como sucede ahora; y además, porque los hebreos mismos dicen que Lamec tenía la vista debilitada y era de edad avanzada. ¿Cómo, entonces, pudieron haber transcurrido siete generaciones de hombres dentro del límite de ciento treinta años, y que Lamec, quien está en la séptima generación, ya estuviera envejeciendo y con la vista debilitada?
La Sagrada Escritura, pues, despreció continuar con las generaciones de Caín, ya que de él, como de una fuente de iniquidad y raíz de todo pecado, no emanaban sino hombres inicuos y malvados; por lo cual esa maldita descendencia debía ser completamente exterminada. Moisés vio cómo la maldad de esa generación iba creciendo gradualmente, como un mal humor que se extendía por todo el cuerpo; detiene el ímpetu de la maldad y ni siquiera considera dignas de memoria las generaciones siguientes de la descendencia de Caín. Pero queriendo mostrarnos cómo Dios consoló a Adán y Eva y alivió su dolor, al que habían sido arrojados por la mano fratricida que se levantó contra Abel, y con la descendencia de Caín borrada del catálogo de las generaciones del mundo, regresa a los primeros progenitores de la naturaleza humana, Adán y Eva, para comenzar a trazar con seriedad la genealogía elegida y permanente, aquella que sería la portadora de Cristo, que era su intención primera. Así pues, dice: "Adán conoció de nuevo a su esposa, por la razón que hemos mencionado, y ella dio a luz a un hijo, que habría de ser santo y justo, cuya descendencia sería elegida por Dios, de la cual surgiría la estirpe elegida, el reino sacerdotal y el sacerdocio real: gente santa, pueblo adquirido; de la cual finalmente nacería el Redentor y Salvador del mundo, Jesucristo, en quien serían bendecidas todas las naciones de la tierra."
Por lo tanto, la piadosa madre Eva se regocija por el nacimiento de una nueva descendencia y, alegre por el parto de un hijo tan grande, emite toda una voz de alegría y exultación, llena de alabanzas y gracias: "Dios me ha concedido otra descendencia en lugar de Abel, a quien mató Caín."
¡Cuántos dolores, cuántas perturbaciones del ánimo y cuántas angustias del corazón debió sentir la piadosa madre Eva por la muerte de su hijo! ¡Qué grave tristeza y dolor oprimieron su mente y su espíritu, y la sumieron en un sopor como el más profundo sueño! Pues lo amaba intensamente y más de lo que se puede creer; los hijos menores son más queridos para las madres. Y cuanto más amado era para ella, tanto más, porque por naturaleza era notable, de hermosa apariencia, adornado con buenas costumbres, serio y modesto, sencillo y humilde, inocente y honesto y casto: de tal modo que nunca veía en él nada vicioso y desde temprana edad no veía en él sino virtud, tanto en sus pensamientos como en sus palabras y acciones. Por lo tanto, al ver la piadosa y dulcísima madre en su hijo una naturaleza admirable en todos los aspectos, la belleza del cuerpo, la gracia de la apariencia, la suavidad del elocuente discurso, la elegancia de los modales, la afabilidad de la conversación, la prudente sencillez del espíritu puro, la inocencia y santidad de vida, no podía sino amarlo con suma vehemencia, llevada por el mayor amor hacia él.
Cuando, pues, sintió que un hijo tan bueno y tan grande había sido asesinado cruelmente; cuando vio por primera vez el amargo y cruel espectáculo del hijo asesinado, la horrenda primera visión de la muerte fatal; cuando, digo, vio el cuerpo exánime de su hijo queridísimo, ensangrentado, abierto por heridas por todas partes, lacerado y despedazado, ¿quién podría imaginar el vehemente dolor que la invadió, el agudo espada que atravesó su alma, el cruel y acerbo filo que perforó sus entrañas maternales, la voz miserable y doliente que emitió?
¡Ay de mí, hijo mío, hijo mío, Abel! ¡Abel, hijo mío! ¿Quién te ha matado, hijo mío? ¿Quién te ha causado estas heridas? ¿Quién te ha destruido, esperanza de mi vida? ¿Quién te ha roto así, bastón de mi vejez? ¿Quién te ha perdido, luz de mis ojos? ¿Quién te ha privado tan cruelmente de la vida, consuelo de mi existencia? ¡Ay de mí, hijo mío! ¿Quién me dará morir contigo? ¿Quién me permitirá descender al infierno y ver a ti, mi hijo queridísimo, hijo mío, hijo mío, Abel, hijo mío? ¿Qué fiera malvada ha lacerado así tu cuerpo? ¿Qué bestia cruel y atroz ha desgarrado así tu carne? ¡Ay de mí, mujer infeliz! ¡Ay de mí, madre miserable y deplorable, que primero he visto el triunfo de la muerte fatal en mi hijo queridísimo, que tengo ante mis ojos un funeral tan lúgubre, que veo un espectáculo tan miserable! Me llamo Eva, madre de los vivientes: y he aquí, primero veo muerto a mi hijo, asesinado con una muerte tan cruel. Antes sufría, lloraba con luto gravísimo por mi transgresión, por la cual, además de otras calamidades y desgracias miserables, la sentencia de muerte también fue dictada sobre mí. Pero aún no conocía la apariencia de la muerte, aún no la había visto. Ahora, sin embargo, ¡ay, hijo mío, cuánto lamento, cuánta razón para llorar se me ha añadido! ¡He aquí, pobre de mí! veo por primera vez la apariencia de la muerte introducida en la vida: una muerte violenta, inhumana y crudísima: una muerte perpetrada por un hijo flagitioso contra su hermano, nacido del mismo padre y de la misma madre: que no había hecho ningún daño, que nunca había causado mal a nadie: en ti, mi hijo queridísimo, en ti, luz de mis ojos, en ti, consuelo de mi vida, en ti, esperanza de mi salvación. ¡Ay de mí, hijo mío, hijo mío, Abel! ¡Abel, hijo mío! ¡Oh madre miserable! ¡Oh suerte deplorable llena de tantas amarguras! ¿Quién me consolará, hijo mío? más bien, ¿quién podrá jamás consolarme? Mi alma se negará a ser consolada, nunca recibiré consuelo, siempre lloraré por ti, mi hijo, mis lágrimas serán mi pan día y noche, mi bebida sin medida, hasta que Dios mire mi aflicción y Él mismo me consuele.
Así durante muchos tiempos la piadosa madre lloró a su hijo; hasta que Dios le dio otro descendiente en lugar de Abel, a quien Caín mató. Entonces le pareció que una nueva luz había surgido para ella, alegría, honor y júbilo; y exultante dijo: "Dios me ha concedido otro descendiente en lugar de Abel, a quien mató Caín."
Después de la muerte de Abel, dijo, hasta este día siempre he estado doliente y lamentándome por la muerte de tan gran hijo; ahora que se aleje todo dolor, porque Dios me ha dado otro hijo en lugar de Abel, semejante a él, en nada diferente de él: y puesto que Dios me ha dado este hijo, Él mismo ha puesto esta descendencia en mi vientre, para que nadie jamás me quite a este hijo, por eso lo llamaré Set. Set significa "puesto".