Versículo 1

Texto Hebreo: He adquirido, o poseído, un hombre con la ayuda de Dios, o por Dios, o para Dios.

Texto Caldeo: He adquirido un hombre de la presencia del Señor.

Adán conoció a Eva, su esposa. La Escritura siempre habla de manera honesta y decente; lo que es vergonzoso no lo expresa con palabras obscenas, sino con tanta decencia y honestidad como sea posible; la unión de los esposos y la adhesión del hombre a la mujer en el acto matrimonial, lo llama conocimiento: Adán, dice, conoció a su esposa. Se unieron en un acto legítimo de matrimonio, después de cometer el pecado y con la esperanza de recuperar la bendición perdida en la semilla de la mujer. Se unieron para procrear hijos y propagar la raza humana, para que, al morir ellos, no pereciera también toda la naturaleza humana, lo cual no era la voluntad de Dios: sino que permaneciera para siempre. Por lo tanto, se unieron también para obedecer a Dios.

Finalmente, como remedio para la lujuria; porque el matrimonio, después del pecado, se concede como remedio para la lujuria: sin embargo, el primer y principal fin del matrimonio, que es la generación, no debe ser omitido. De lo contrario, si la unión se realiza solo para satisfacer la lujuria, de manera que no desean la generación, es un grave pecado y ese matrimonio es reprobado por Dios; por esta razón, Her y Onán, hijos de Judá, fueron castigados por Dios, porque se unieron con Tamar no para la generación, sino solo para satisfacer su lujuria. Sin embargo, los primeros padres no se unieron así, sino para procrear descendencia; por lo cual sigue: Eva concibió y dio a luz a Caín, es decir, un hijo, a quien se le dio este nombre, como sigue: Diciendo: He adquirido un hombre con la ayuda de Dios; porque Caín significa posesión y adquisición.

Antes de ascender a una especulación más profunda de este lugar, presentaremos algunos puntos sobre la formación del cuerpo humano en el vientre materno. Y primero sobre la naturaleza, la excelencia y las fuerzas del semen, por el cual la mujer concibe.

El semen en verdad tiene su origen en la tercera digestión y cocción del alimento, siendo de naturaleza aérea, caliente y húmeda, lleno de espíritu y ese espíritu ciertamente caliente; que, estimulado por el calor de los testículos, se convierte en espuma, se solidifica y blanquea.

Sus admirables fuerzas son tales, que de tan poco semen surge una disposición tan bella de los miembros, un orden tan conveniente, una composición tan eficaz, una conexión tan excelente de las partes individuales, una diversidad y armonía tan espectaculares de los órganos, tantas causas de operaciones y facultades, tantos espíritus; cómo toda la forma y especie, tanto del cuerpo entero como de sus partes individuales, precede y se contiene en el semen y cómo se esboza toda la futura obra; cómo en el semen, aunque mixto y confuso, hay tal distinción de formas y especies, tanto del cuerpo entero como de sus partes individuales.

Porque todo lo que se procrea y surge del semen, primero debe contenerse en el semen en virtud y poder, y poseer todo el poder del alma y estar dotado de sus fuerzas y facultades, pues estas aparecerán y se despertarán de allí. Porque contiene en sí el alma natural y nutricia, ya que el semen concebido en el útero disfruta de la vida no menos que la planta; también aquella que es partícipe de los sentidos, de la cual el ser vivo toma su nombre, se agrega con el progreso del tiempo; finalmente, la fuerza de la razón, por la cual se dice hombre, se infunde y sobreviene. Y el alma vegetal y sensitiva ciertamente están contenidas en virtud y poder en el semen y de allí provienen y ejercen la función de sus facultades, hasta que, con la llegada del alma racional, cesan.

La primera constitución del ser humano a partir del semen comienza de esta manera. Cuando los fértiles semenes del hombre y la mujer, en una adecuada moderación, se encuentran oportunamente, se unen en un abrazo tan estrecho por una mutua amistad que realmente se mezclan, formando una única fuerza y una misma naturaleza. Ambos deben unirse, no solo el del hombre, aunque es más poderoso y fecundo, sino también el de la mujer; que se deduce que su semen es fecundo y tiene fuerza procreadora y formativa, pues no recibe un origen diferente al del hombre, tanto en los testículos como en los vasos; también, porque la mujer que sufre de epilepsia, cálculos o gota, engendra una descendencia que hereda estos males; y finalmente, porque el parto a menudo se parece a la madre. Todo esto no lo causa la sangre materna, sino el semen que emana de ella.

El semen que proviene de las partes semejantes de la mujer tiene una fuerza particular para la formación y creación de partes semejantes. La naturaleza y magnitud de su fuerza se demuestran por los huevos llamados subventáneos y por los molares que algunas mujeres conciben solo con la fuerza de su propio semen, sin la unión con el hombre. En estos casos hay una cierta sombra de procreación y una concreción de materia rudimentaria, que si hubiera sido fortalecida por el semen del hombre con sus fuerzas, la habría completado con todos sus números y ornamentos. Sin embargo, no lo hace por sí solo, sino que se mezcla solo con el femenino para lograr algo.

Así, cuando los semenes fecundos se mezclan en uno, la fuerza latente en el semen se despierta inmediatamente, distribuyendo su materia de diversas maneras y separando sus partes, pues no es uniformemente homogéneo. Así, en uno o dos días, las partes más tenues, cálidas y llenas de espíritu del semen se recogen en el centro de la masa total; mientras que las partes más gruesas y terrenales las rodean y envuelven; de estas partes más duras y compactas, debido al contacto y al calor del útero, se forman las membranas que envuelven el feto.

La primera y más externa se llama ἀλλάντοειδής, delgada, débil y más estrecha que para envolver todo el concepto, pero con largos y estrechos procesos extendidos a cada extremo; esta membrana, llamada χορίον, se conecta con los extremos del útero; bajo esta, toda la parte exterior y más terrenal del semen —porque el semen siempre se recoge en una masa compacta y en su parte media contiene la mayor fuerza—, que toca el útero, se condensa en otra membrana, que los latinos llaman secundas. Porque el semen, siendo viscoso y cohesivo por todas partes, se vuelve más denso y compacto por el calor, y por ello, su superficie externa se convierte en la sustancia de la membrana; y siendo liviana, se adhiere al útero por los vasos, que terminan en el útero: estos se llaman acetábula, a través de los cuales el semen toma el alimento; la membrana se perfora cuando aún está suave y recién compactada.

Además de estas, una tercera membrana, llamada ἀμνίον, se forma, envolviendo y rodeando todo el concepto, fuerte y destinada a ser el receptáculo del sudor; el resto del semen, que está encerrado dentro, es mucho más tenue y más difundido por el calor. Así, el espíritu concepcional se expande y en ese momento, cualquier cosa sutil en el semen se convierte en espíritu: no es un espíritu lleno de aire o viento, pues el útero no se infla por el viento ni se distiende por su expansión, ni estalla con fuerza a través del cuello uterino; más bien, se convierte en un espíritu, donde este espíritu, el moderador del calor y todas las facultades, el primer creador de la procreación, se coloca en el centro del semen. No se desvanece ni se evapora del semen; sino que persiste en él como el formador y artesano de todas las partes, adheriéndose radical y profundamente, se convierte en la naturaleza primaria de todas las partes, y una vez formadas inicialmente, permanece siempre asistiendo, conservándolas en la vida lo más larga y saludablemente posible.

Así, este espíritu es el primer vehículo e instrumento de la facultad procreadora —pues en él reside la suprema y divina fuerza formadora—, y todas las demás facultades naturales, que transforman y aumentan el concepto, junto con sus auxiliares, están todas contenidas y comprendidas en este único espíritu; de lo cual se desprende claramente que el espíritu y toda clase de facultades provienen del semen. De esta manera, lo que recientemente era un simple semen emitido por los padres, toma la naturaleza de la razón, o, para explicarlo más claramente, la fuerza de la naturaleza que antes estaba latente en el semen se despierta para actuar cuando realiza por primera vez la función innata a sí misma; lo que llamamos y denominamos concepción.

Así, este espíritu, teniendo facultades y siendo el instrumento de la naturaleza, establece tres burbujas en medio del semen, como gotas transparentes, que exhiben de inmediato los rudimentos y principios de tres elementos: el corazón, el hígado y el cerebro; y aunque muchos opinan que el corazón es lo primero que se forma, la observación y la experiencia han demostrado que de la porción más pura y vigorosa del semen, que se asienta en el centro del útero, las tres porciones que fluyeron de los tres principios de los padres aparecen inicialmente en el semen central divididas en tres burbujas, llenas de espíritu y facultad, y que estos son los rudimentos del hígado, el corazón y el cerebro.

Entonces, la facultad generadora transforma la materia del semen y la hace apta para la formación; y por ello, otras porciones algo más gruesas aparecen, que formarán los huesos; otras, más delgadas y líquidas, formarán los nervios, las venas y las membranas: así se establece una preparación general para la futura conformación de esta obra. Algo ya puede verse en el séptimo día y mucho más claramente en el decimoquinto, cuando en el semen ya son visibles las partes y las sustancias y están diferenciadas en su disposición.

Después de este tiempo, la facultad conformadora aborda la obra, primero separando los rudimentos y principios iniciales del hígado, el corazón y el cerebro, ubicándolos en sus lugares propios y adornándolos con su figura y especie propia; al mismo tiempo, las membranas que envuelven el feto adquieren firmeza. Pronto en estas se configuran las venas y arterias, todas dirigidas al ombligo del feto y cuyas aberturas se adhieren al útero a modo de pólipos con ventosas. En ese momento, del hígado se dispersa tanto la vena porta como la vena cava con múltiples ramificaciones, del corazón la arteria, y del cerebro la médula espinal en forma de tronco, de la cual emergen los nervios más delgados que los hilos de una araña: el estómago, los intestinos, la vejiga, el pericardio, la membrana ὑπεξωκὼν y el peritoneo, la doble meninges, y todas las membranas finalmente se fortifican con firmeza; la piel se condensa cubriéndolo todo.

También del propio semen, no como algunos han dicho, hecho de carne más seca, los huesos adquieren gradualmente su forma y dureza de semen compactado y verdaderamente solidificado. De los huesos, cualquier sustancia que emana debido al calor como espuma, se deposita en parte cerca de los extremos de los huesos para formar los ligamentos: en parte se extiende alrededor y a lo largo para formar una membrana, llamada en griego περιόστεον. En el vigésimo séptimo día, todas las partes ya aparecen de algún modo dispuestas y conformadas: pero perfectamente en los varones en el día trigésimo, y en las mujeres en el trigésimo sexto.

Hasta ahora solo existe la conformación de las partes sólidas a partir del semen, el cual, por muy poco que sea al ser concebido por los padres, sin aumentar ni amplificar nada, es suficiente para conformar todas las partes. Luego, la sangre es atraída del útero, la cual primero se condensa alrededor de las fibras espermáticas del hígado en formación, constituyendo toda su masa y sustancia. Así, a menudo se ha observado un feto expulsado al cuadragésimo día con el tamaño de medio dedo, verdaderamente y completamente formado, cuyas partes todas, excepto el hígado, eran visibles como blancas y espermáticas: la cabeza del tamaño de una avellana y más grande en proporción al resto del cuerpo; ojos prominentes como los de un cangrejo; nariz, orejas, brazos, manos, piernas, pies, y dedos ya formados; pene visible, debajo del cual un escroto del tamaño de un grano de mijo. Las partes superiores eran más grandes que las inferiores, sin la dureza de los huesos, pero flexibles en cualquier dirección, todas cubiertas por una piel muy delgada y translúcida, a través de la cual se podían ver los órganos internos, todos blancos, fibrosos y semejantes al semen, sin ningún enrojecimiento de carne o sangre. Solo el hígado era rojo, amplio y similar a sangre recién coagula, hacia el cual se dirigían las venas llenas de sangre desde las secundinas a través del ombligo, que nutrirían al feto posteriormente. Desde el trigésimo sexto o cuadragésimo día, las partes sólidas formadas comienzan a nutrirse y a ser sostenidas por la carne, gracias al hígado, que prepara y suministra alimento para todas ellas.

Así, adornado en apariencia y forma, el feto es completamente tierno y en todas partes, debido a la excesiva humedad, blando y lleno de mucosidad, por lo cual es menos adecuado para todas las acciones; en el tiempo siguiente, mientras con la fuerza del calor se seca y endurece continuamente, todas las partes se fortalecen: las membranas, los nervios y la piel, las uñas en los extremos de los dedos y el cabello en la cabeza echan raíces. El feto se dota de la facultad sensorial alrededor del día trigésimo sexto. Y cuando el varón alcanza el tercer mes, y la hembra el cuarto, con los huesos fortalecidos y algo más duros, comienza a moverse y a dar patadas.

Todos los espíritus, fuerzas y facultades que el feto posee hasta este momento provienen del semen de los padres, en el cual estaban contenidos en potencia y virtud. Sin embargo, el alma principal, que se llama mente y sobresale por su capacidad racional, siendo separable del cuerpo, de ninguna manera estaba contenida en la materia en potencia, para emerger luego con el progreso del tiempo; de lo contrario, sería inmensa, necesitando continuamente del cuerpo, y no podría razonar, ni entender, ni hacer nada sin un órgano corporal. Pero creada por el supremo Creador de todas las cosas, en el momento preparado y estructurado, el alma se traslada al cuerpo del niño en un instante de tiempo: y se ha dicho que esto ocurre alrededor del cuarto mes, cuando el corazón y el cerebro ya están formados; sin embargo, debido a la abundancia de humor, como si estuviera embriagada o en letargo, aún no puede realizar sus funciones propias. En este momento, aunque cada parte aparece conformada, aún no está completamente perfeccionada ni firme; por lo tanto, desde aquí hasta el noveno mes, cuando el feto suele ver la luz y nacer, todas las partes se perfeccionan, se nutren y crecen.

Luego, cuando el feto ha alcanzado una magnitud y fuerza suficientes para gobernarse a sí mismo y procesar el alimento tomado por la boca, habiéndose hecho más grande y exigiendo más alimento y aire más amplio, que enfríe el calor nativo de los espíritus, él mismo se abre camino. Dentro del útero, completamente encorvado y contraído, aplica los talones a las nalgas, agarra las rodillas con las manos, baja la cabeza hacia ellas de modo que los ojos se fijan, como adheridos, en los pulgares de las manos, y la nariz descansa entre las rodillas; la parte delantera del cuerpo se orienta hacia el abdomen de la madre, la parte trasera hacia la espalda, si es un varón: porque las hembras se colocan en una posición opuesta.

Mientras está en el útero, se alimenta de esta manera: a cada ventosa se le adhieren otros vasos, tanto venosos como arteriales, sostenidos por carne, dispersos por las regiones centrales de las secundinas; finalmente, se unen en el ombligo, de los cuales el feto toma sangre y espíritu constantemente. De hecho, se distinguen dos arterias en el ombligo, insertadas en las ramas de la arteria mayor debajo de las lumbares; y el mismo número de venas que se unen en una sola vena que se dirige hacia la cava del hígado, para que la sangre, que es tomada de las venas de las secundinas, como de las raíces, sea perfeccionada nuevamente en el hígado del feto y, por así decirlo, se convierta en alimento familiar para él mediante una nueva transformación; desde allí, derivada por la vena cava en todas direcciones, lleva alimento a cada parte; pues todas toman su alimento de allí, y así se alimenta, crece y se perfecciona el feto.

Sin embargo, alrededor del noveno mes, habiéndose hecho más grande y necesitando más alimento y espíritu, no se deja encerrar por más tiempo. Por lo tanto, primero se enrolla, inclinando la cabeza hacia la pelvis y estirando los demás miembros hacia arriba —esto a veces lo hace un mes antes del parto— y, al girarse así, no rompe nada, porque el cordón umbilical, generalmente de dos codos de largo, rodea al feto de muchas maneras y con envolturas. Cuando el parto es inminente, él patea, primero rompiendo la membrana ἀμνίον con los impulsos frecuentes de manos y pies; luego, al enrollarse con mayor fuerza, disuelve muchas ventosas; en ese momento, la madre experimenta dolores más fuertes del vientre. Después, las secundinas se separan de las ventosas y las restantes membranas se desgarran y fluyen fuera del útero; y cuando ya no está adherido a nada más, el feto cae como una manzana madura de un árbol al soltarse espontáneamente del pedúnculo, y así la mujer da a luz al feto concebido.

He aquí cuán maravillosas son las cosas contenidas en estas palabras de la Sagrada Escritura: "Conoció Adán a su esposa, y ella concibió y dio a luz."

Ahora debemos examinar con una investigación diligente las palabras que la mujer pronunció cuando dio a luz, diciendo: "He adquirido un hombre con la ayuda de Dios."

La letra hebrea dice así: "He adquirido, o poseído, un hombre אֶת־יְהוָה (et-YHWH)."

El rabino Salomón explica este pasaje de la siguiente manera: "Cuando, dice, Dios creó a mí y a mi esposo, Él solo nos creó. Sin embargo, en este caso, yo he participado con Él"; de modo que el sentido sea: "He adquirido un hombre con Dios, porque no fue Él solo quien lo creó, como a nosotros: sino que yo concurrí con Él." Otros lo explican así: "Este hijo será posesión de Dios, y cuando nosotros muramos, él permanecerá en nuestro lugar para servirle a Él." Otros, como el rabino Abrabanel, dicen que esto se dijo "por gloria; porque si la primera vez la mujer fue adquirida y hecha del hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, ahora Caín, el hombre, ha sido hecho de la mujer Eva, su madre, con la ayuda o asistencia de Dios; y no se menciona anteriormente en el discurso de la mujer que la mujer salió del hombre; y he aquí, ahora también el hombre sale de la mujer; y esto es lo que dice: 'He adquirido un hombre', porque se lo apropia a sí misma y no a su padre."

Sin embargo, si se examina correctamente, este pasaje parece mostrar algo diferente. Pues dice: "He adquirido un hombre, o un varón, את־יהוה", es decir, el Señor tetragrammaton; de modo que el sentido es: he adquirido un varón, que es el Señor tetragrammaton. Para que esto sea más claro, es necesario recordar lo que el Señor dijo anteriormente a la serpiente, cuando dijo: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; él te aplastará la cabeza." De estas palabras, la mujer entendió que el Mesías, el redentor que aplastaría la cabeza del diablo y liberaría al hombre de su cautiverio y tiranía cruel, vendría. También entendió que este Mesías redentor no sería un simple hombre, ya que vendría a vencer y superar al diablo, un enemigo fuerte y armado, y a despojarlo de sus armas: sin embargo, todo hombre es por naturaleza y fuerza mucho más débil que el diablo; además, todo hombre ya había sido reducido al poder del diablo y constituido su siervo. Pero el Mesías sería verdadero Dios de verdadero Dios y hombre perfecto, santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y hecho superior a los cielos; quien, no obstante, nacería de su descendencia y sería su semilla, es decir, de la mujer; y según sería hombre, se le llama varón perfecto: y según sería Dios, יהוה, el nombre inefable que solo corresponde a Dios.

Por lo tanto, Eva, creyendo que su primogénito sería este, llena de inmensa alegría, cuando dio a luz a su primogénito, dijo: "He adquirido un varón, Dios tetragrammaton." Correctamente llama al Mesías tanto varón como Dios tetragrammaton; porque Cristo es conocido por ambos nombres a través de Jeremías. Se le llama varón cuando dice: "El Señor ha creado algo nuevo en la tierra, la mujer rodeará al varón"; y en otro lugar lo llama Señor tetragrammaton, diciendo: "Y este es el nombre que se le dará: el Señor tetragrammaton, nuestra justicia." Aunque esto sería verdaderamente en el futuro, la mujer no se engañó en la interpretación de las palabras; pero se equivocó al pensar que este hijo suyo primogénito, Caín, sería ese.

Cuando los padres reconocieron que él, contrario a sus esperanzas, tenía malos modales, comenzaron una nueva generación y engendraron a Abel. Esto es lo que sigue:

"Y dio a luz a su hermano Abel."

¡Qué fácil es que el juicio humano se equivoque, aquí se muestra claramente!

Es de notar que Abel no se escribe con א en hebreo, sino con ה: por lo tanto, significa vanidad, no dolor, como muchos falsamente dicen; pues significaría dolor si se escribiera con א: אבל; pero no se escribe así, sino הבל ׃ה, vanidad, según aquello: "Vanidad de vanidades", donde está: הבל. Porque los primeros padres llamaron a su primogénito Caín, es decir, adquisición o posesión; y al segundo Abel, es decir, vanidad. Aunque esto fue así para los hombres —porque Caín permaneció en la tierra, tuvo hijos y adquirió bienes de la tierra, mientras que Abel, asesinado por su hermano, desapareció de la vista de los hombres—, para Dios fue completamente diferente. Porque Abel sería la posesión de Dios debido a su inocencia, justicia, fe y caridad; mientras que Caín sería vanidad y nada ante Dios, quien no miró a él ni a sus ofrendas: y finalmente fue condenado por sus crímenes. En estos dos hermanos se pueden contemplar a los justos y a los impíos, como en una imagen evidente.

A partir de que aquí no se añade "concibió" sino solo "y dio a luz de nuevo", algunos hebreos piensan que Caín y Abel fueron hermanos gemelos; pero eso es de poca importancia. Otros dicen que siempre nacían gemelos, un varón y una mujer, tanto en el primer como en el segundo parto, ya que la Escritura dice que Caín conoció a su esposa, sin mencionar su nacimiento; y que su hermana, nacida con él, fue su esposa; lo cual no me desagrada. Sin embargo, algunos de ellos dicen que estos hermanos nacieron en el Paraíso, no después de ser expulsados de allí, lo cual no es aceptado por los Santos Doctores y tampoco lo apruebo, así como no es aprobado por muchos de ellos, aunque casi todos los hebreos están de acuerdo en que Adán conoció a su esposa inmediatamente después de comer del árbol prohibido, cuando se escondieron entre los árboles. Pero, ¿cómo podrían haber hecho eso con tanto temor? Por lo tanto, creo que las cosas aquí mencionadas ocurrieron en el orden en que se relatan; y así como se dice que sucedieron después de ser expulsados del Paraíso, también estas cosas ocurrieron después de la expulsión.

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