- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
Versículo 12
La segunda pena: "Cuando trabajes la tierra, no te dará sus frutos".
Por el pecado del primer hombre, Dios maldijo la tierra, diciendo: "Maldita será la tierra por tu causa: espinas y cardos te producirá, y con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. Con el sudor de tu rostro comerás tu pan". Dios no maldijo al hombre, sino a la tierra por el hombre. Pues Dios iba a sacar a Adán del delito suyo por el don de su gracia, para colocarlo entre los elegidos, que iban a recibir la eterna bendición de Dios, a la derecha con los corderos, para que junto con todos los elegidos recibiera la eterna bendición. Pero maldijo la tierra, para que con los trabajos y sudores de la tierra expiara su pecado y, mediante la aflicción de la penitencia, mereciera recibir el perdón.
Sin embargo, en la pena de Caín, se maldicen tanto la tierra como él mismo, y primero él que la tierra. Caín es maldecido porque ya estaba contado entre los réprobos y condenados, nunca para ser dotado de la bienaventuranza eterna, sino para ser torturado con penas eternas por el mérito de sus crímenes y maldades. Luego, la tierra de Caín también es maldecida, y de hecho, es mucho más gravemente maldecida. Pues dice: "Con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida"; pero a Caín: "Cuando trabajes la tierra, no te dará sus frutos": la tierra ciertamente fue maldita para Adán; de sí misma no produciría más que espinas y cardos, abrojos, zarzas y hierbas insulsas e inapropiadas para la alimentación humana; pero trabajada, daría frutos y ofrecería su virtud. Sin embargo, a ti, dice, se te maldice de tal manera que ni siquiera con grandes, continuos y máximos trabajos, cultivada, trabajada y con toda diligencia e industria, no añadirá su virtud: no dará, digo, sus frutos para ti, excepto de manera muy avara y mezquina: de modo que, continuamente, sufrirá hambre, penuria y escasez, y se consumirá en una plaga constante de hambre extrema. Haré el cielo de bronce sobre tu tierra, de modo que ni el rocío ni la lluvia caigan sobre ella, para que se te vuelva muy pobre, estéril y infructuosa, porque tú la contaminaste y mancillaste con sangre humana; pues abrió su boca y recibió la sangre de tu hermano de tu mano.
Dicen los hebreos que Caín escondió a su hermano asesinado en una fosa en el polvo de la tierra, como Moisés escondió al egipcio asesinado en la arena; pues insensatamente pensaba Caín que así el hermano asesinado podría ocultarse tanto de su padre como de Dios, proponiendo no expiar la gravísima culpa del fratricidio con penitencia y confesión humilde, sino hacerla aún más grave con la falsedad del más vil engaño, negando con impudencia y procacidad haber hecho nada, o saber dónde estaba. Dijo, pues: "Antes de matar a mi hermano, miré alrededor y no vi a nadie presente; mi padre está lejos: no veo a Dios presente; así que esconderé el cadáver asesinado, ocultaré la sangre en la tierra. Cuando mi hermano ya no aparezca, si alguien me pregunta dónde está, responderé que no lo sé: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Y así mi crimen quedará oculto; pues nadie podrá probarme que hice algo a mi hermano o que lo maté; nadie me vio, nadie podrá acusarme ante mi padre: la cosa está a salvo".
Pero ciertamente pensaba insensatamente. No podía ocultarse de Dios, aunque tal vez de los hombres, pues dijo: "La voz de tu hermano clama a mí desde la tierra". Me es conocido, dijo, está claro y manifiesto ante mis ojos que mataste a tu hermano. Vi tu impiedad, el vil crimen y la cruel maldad; y aunque ningún hombre te vio, yo estaba presente: no podía ocultarse de mí. Sé que escondiste a tu hermano asesinado en la tierra; por eso estás maldito por tu maldad e iniquidad: y también la tierra está maldita por tu causa, que abrió su boca y recibió la sangre de tu hermano de tu mano. Cuando la trabajes, no te dará sus frutos, y sufrirás hambre, penuria, escasez y hambre.
Esta fue la segunda pena infligida a Caín.
Pero tercero: Serás un vagabundo y errante sobre la tierra. El castigo particular de los homicidas es emigrar de sus propios lugares y de la casa paterna y exiliarse de la tierra natal. Este castigo lo infligió Dios a Caín en tercer lugar; por lo cual fue obligado a dejar las moradas nativas y las posesiones trabajadas y cultivadas, de donde esperaba frutos abundantes, y partir al exilio: pues salió de la presencia del Señor y habitó como un fugitivo en la tierra al este de Edén.
Luego, ya que estaba maldito por Dios, era odiado y execrado por todos, no se asentaba en ningún lugar, no estaba seguro en ningún lado, buscaba lugares solitarios y poco habitados por hombres, siempre temiendo y temblando que cualquiera que lo encontrara lo matara. La vista de cualquier hombre le infundía el temor de la muerte y de la violencia de un asesinato que su nefasta mano había cometido primero en un hombre. ¡Miserable calamidad! De un lugar a otro siempre emigraba buscando una habitación segura, desconocida e inaccesible para los hombres, para que, si acaso los hombres supieran dónde estaba su morada firme y su habitación continua y perpetua, lo atacaran para matarlo como a un ser sumamente odiado y execrable por todos debido al horror de su crimen.
Pero ciertamente la continua vagancia y falta de residencia fija, siempre inestable, también podría deberse a lo que se le infligió como castigo: "Cuando trabajes la tierra, no te dará sus frutos". Así, Caín vagaba de aquí para allá, errante, buscando tierras fértiles y bastante buenas que le dieran frutos abundantes, para no desfallecer por la carestía y la debilidad, y para satisfacer el insaciable apetito y la avidez voraz que nunca se sacia. De allí, saliendo de la presencia del Señor, fue a habitar al este de Edén, cerca del lugar donde el paraíso terrenal había sido plantado por la mano de Dios y cultivado con cuidado divino. Pues esa tierra era muy fértil y bastante buena; pero cuanto mejor era por naturaleza, más desierta, árida y estéril era para Caín, a quien en todas partes seguía la sentencia divina, y solo le daba frutos amargos, salvajes, secos y casi quemados, y muy escasos. Así, en esa tierra también, el hombre miserable y oprimido por desdichas dignas de lástima, habitaba de manera móvil y errante.
Pero escuchemos qué responde Caín al Señor tras recibir estos castigos.