- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
Versículo 16
Texto hebreo: Y Caín salió de la presencia del Señor y habitó en la tierra de Nod, al oriente del Edén.
Intérprete caldeo: Y Caín salió de la presencia del Señor y habitó como vagabundo y errante en la tierra, trabajando sobre ella, al oriente del jardín del Edén.
De manera similar, el Targum de Jerusalén traduce; pero añade, en forma de paráfrasis, que antes de que Caín matara a su hermano Abel, la tierra le producía frutos como los frutos del jardín del Edén; pero después de que pecó y mató a su hermano Abel, la tierra le produjo, o le devolvió para recoger, espinas y cardos.
Texto griego: Y Caín salió de la presencia de Dios y habitó en la tierra de Naid, frente al Edén.
Para aclarar claramente este lugar, se requiere un discurso un poco más extenso de nuestra parte. Si Dios está en todas partes, ¿cómo es que Caín salió de su presencia? Y si Dios es espíritu, ¿cómo se dice que tiene un rostro, de cuya presencia salió? Y finalmente, si Edén es ese lugar deliciosísimo del paraíso de las delicias, de donde Adán fue expulsado por su pecado, ¿cómo es que Caín, el más inicuo, habitó ese lugar después de haber cometido tantos crímenes?
Y ciertamente, que Dios está en todas partes y llena todos los lugares, que está presente en todas partes, debe establecerse y sostenerse firmemente, independientemente de lo que algunos hombres impíos, que no entienden las Sagradas Escrituras ni tienen un conocimiento razonable de lo que debe pensarse acerca de Dios, se atrevan a negar, cegados por las tinieblas de la ignorancia y la impiedad. La presencia de Dios en todas partes se prueba con la más firme autoridad de las Sagradas Escrituras.
David dice: "Si subo al cielo, allí estás tú; si desciendo al infierno, allí estás; si tomo las alas del alba y habito en los confines del mar, allí tu mano me guiará, y tu diestra me sostendrá."
El Señor también dice por Jeremías: "Yo lleno el cielo y la tierra;" y por Isaías: "El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies."
Esto mismo dice Salomón en las Crónicas: "Grande es nuestro Dios sobre todos los dioses. Si el cielo y los cielos de los cielos no pueden contenerlo, ¿cómo podré yo edificarle una casa?"
Lo mismo leemos en el libro de Job: "Es más alto que el cielo, ¿qué puedes hacer? Más profundo que el infierno, ¿cómo lo conocerás? Su medida es más larga que la tierra y más ancha que el mar."
Esto mismo está confirmado por la autoridad de todos los sabios rectos.
- Todos los Doctores de la Iglesia, y la firmísima opinión de la Iglesia y de todos los teólogos.
- Y los principales filósofos paganos también lo afirmaron. Se dice ampliamente que esta fue la opinión de Hermes Trismegisto, ya que su Pimandro está principalmente lleno de que el mundo es un recipiente lleno de Dios y que el espíritu de Dios lo contiene todo. Empédocles decía que todo está lleno de Dios, como se refiere de él en el libro De Mundo, que se atribuye dignamente a Aristóteles, donde también se trata ampliamente de lo mismo. Iámblico, en De Mysteriis Aegyptiorum, prueba extensamente que Dios está en todas partes. De ahí la frase de Virgilio: "Todo está lleno de Júpiter."
- Themistius, en su Paráfrasis sobre el Lugar de Dios, dice que Dios reviste todas las cosas, no como una vestidura que solo toca exteriormente, sino internamente, de modo que todo toca todo. Alejandro de Afrodisia, en su obra 2 De Anima, afirma que Dios está en todas partes; lo mismo le atribuye Filopón, en 1 De Anima, diciendo que Alejandro y sus seguidores dicen que Dios está en todas partes. Simplício, en su lúcida disertación sobre el Lugar de Dios, según la opinión de Alejandro, concluye: "Como Dios es indivisible y separado, siendo perfecto por sí mismo, del cuerpo mundano, es correcto decir que Él está en todas partes y en ninguna parte." Y aunque Aristóteles parece decir que Dios está en el primer cielo, debe entenderse de manera más eminente: ya que el primer móvil es lo que primero participa del movimiento del hacedor. Dice también, según la opinión de Aristóteles y Platón, que Dios contiene todas las cosas con el vínculo de su voluntad, vínculo más firme que la naturaleza de esas mismas cosas. Finalmente, Filopón, en 1 Meteororum, después del principio, citando a Plotino, da la razón de por qué el cielo se mueve por revolución, diciendo que "el cielo quiere imitar a Dios; ya que, como la mente y el intelecto divino, creador y arquitecto de todas las cosas, no tiene un lugar establecido para su sustancia: pero en todas partes del mundo se encuentra el poder de su luz y su acción suprema y eterna; así, el cielo, aunque es un cuerpo, no puede estar en todas partes a la vez, intenta, según sus partes, estar en todos los lugares."
Finalmente, esa verdad, aunque se sustenta en las razones más probables, no carece de fundamentos. Es muy persuasivo y sancionado por el sentido común del alma que Dios es una sustancia, no corporal, sino incorpórea, inmaterial, espiritual, el acto más simple y puro, no mezclado y completamente indivisible, cuya vida es la mejor y eterna. Esa sustancia, que es Dios, debe ser infinita. En primer lugar, en duración, que llamamos eternidad, de modo que nunca comenzó, ni alguna vez dejará de ser. Pues Él es la causa primera, de quien depende el cielo y toda la naturaleza, antes de quien no hay nada. Porque si Él no existiera desde la eternidad, ciertamente nada habría existido desde la eternidad: por lo tanto, tampoco habría existido después; pues nada puede hacer nada, ni a sí mismo; y ya sea que el mundo se considere producido desde la eternidad o no, es necesario que Dios sea eterno, ya que es el primer motor y la primera causa de las causas. Por lo tanto, si el movimiento existió desde la eternidad, también el motor del cual proviene el movimiento; si el movimiento comenzó, como verdaderamente comenzó en el tiempo, no habría comenzado, a menos que una causa preexistiera antes del tiempo y el movimiento. Por lo tanto, es necesario que Él haya existido desde la eternidad antes de todo tiempo y movimiento. Así, la sustancia divina es infinita en duración, es decir, en eternidad.
En segundo lugar: es necesario que la fuerza y vigor divinos sean infinitos, para que tenga el poder inmenso e infinito de operar. Observa que, aunque Dios tiene una virtud infinita, sin embargo, mueve y opera en el tiempo y no en el instante, o no fuera del tiempo, - aunque lo pueda, - ya que su virtud es libre de la materia; pues una virtud infinita, si estuviera en la materia o en un cuerpo, operaría en no tiempo, ya que actuaría según todo su poder, y necesariamente. Pero Dios tiene una fuerza inmaterial y es un agente libre y opera por conocimiento y voluntad tanto como quiere y no según el máximo de su poder, sino por elección según lo que ve conveniente para el móvil.
Esto se demuestra y esclarece por el hecho de que puede mover y girar la máquina del mundo y la inmensa masa de los cielos por un tiempo eterno; pues si puede mover por un tiempo infinito, ciertamente es de una virtud infinita. En efecto, si algo que tiene de sí mismo la fuerza de mover puede hacerlo durante algún tiempo de cierta virtud, por ejemplo, si durante un día; entonces si puede mover durante dos días, tendrá una fuerza doblemente mayor; y cuanto más crece el tiempo, mayor debe ser la virtud. Por lo tanto, si Dios puede mover por un tiempo infinito, será de una virtud infinita.
Pero dirás: lo mismo será de las inteligencias, que mueven por tiempo infinito. Ciertamente sería lo mismo si las inteligencias fueran por sí mismas y tuvieran su poder por sí mismas. Pero en realidad todo lo que tienen es de Dios, y no por su propia virtud, sino por la virtud de Dios es que mueven por tiempo infinito, de quien tienen todo su ser y poder. Dios, sin embargo, no es de otro ni tiene poder de otro, sino que es por sí mismo y de sí mismo tiene todo su poder.
Además: el mismo hecho de que las inteligencias son de Dios y dependen de Él muestra claramente el vigor infinito de la virtud divina. Pues si dependen de Dios y han sido producidas por Él, han sido hechas de la nada, ya que no constan de ninguna materia. Producir algo de la nada es de una virtud infinita; pues si el agente que produce algo de un sujeto dispuesto es de alguna virtud, aquel que produce de lo no dispuesto es de mayor virtud, y cuanto más indispuesto esté el sujeto, mayor es la virtud del agente. Por lo tanto, aquel que produce de un sujeto de ninguna manera dispuesto y de lo que de ninguna manera es, ciertamente será de una virtud infinita, y más aún cuanto más excelente y noble sea lo así producido.
Lo mismo se aplica a la creación del universo, ya sea por emanación o por creación; de cualquier manera que se diga que fue producido, ya sea desde la eternidad o en el tiempo, argumentará una virtud infinita, ya que solo pudo ser producido de la nada.
En tercer lugar: es necesario decir que la sustancia divina es infinita en entidad, por así decirlo, es decir, que tiene una perfección ilimitada en sí misma y en su ser y comprende la perfección de todo ser. Pues si la esencia de Dios no fuera infinita, que es la raíz de la virtud y el vigor infinitos y de la eternidad, Dios no podría ser eterno ni tener un vigor y una fuerza infinitos. Es imposible que una virtud infinita consista en una sustancia finita y limitada; pues la virtud acompaña a la sustancia y proviene de la sustancia.
Además: si el ser divino fuera limitado o de alguna manera coartado, ciertamente esta limitación sería por algún agente o recipiente. Pues cualquier cosa encerrada en límites, o está limitada por el productor, de quien tiene su ser, o por el recipiente en el que es recibido y al que inhiere; pues todo lo que es recibido e inhiere, es necesario que sea recibido según el modo del recipiente. Pero Dios no tiene un productor del cual sea, ya que es la causa primera; ni es recibido en algo, ni inhiere, ya que no puede, siendo completamente inmaterial, como el acto más puro. Por lo tanto, Dios es infinito e inmenso, al igual que es eterno. Si, por lo tanto, es infinito e inmenso, entonces está en todas partes, es decir, coexiste en todo lugar; de lo contrario, si está en algún lugar y no en todas partes, será localmente limitado y determinado. Toda limitación es un argumento de finitud e imperfección en cuanto a la sustancia, al igual que coexistir con un tiempo y no con todos, y existir en un momento y no en otro, implica una duración limitada y circunscrita. Pero si Dios coexiste con todos los tiempos en su eternidad, entonces también coexiste con todos los lugares en su inmensidad.
Pero alguien podría decir: entonces Dios estará en infinitos lugares y se encontrarán infinitos lugares. Digo que no habría inconveniente alguno, si pudieran darse, que Dios los llenara todos; llenaría ciertamente la infinitud de lugares. Pero como la naturaleza, aparte de Dios, no soporta una capacidad infinita de lugar, por eso no se dan ni pueden darse lugares infinitos, que serían necesarios para contener la inmensidad de Dios. Porque Dios, cuya naturaleza es la suma y completamente inagotable perfección, no necesita de ningún lugar en el que sea recibido de ninguna manera. Dios, en sí mismo, sumamente perfecto, no necesita nada fuera de sí mismo, se sostiene a sí mismo y es suficiente por sí mismo, permaneciendo con eterna estabilidad en sí mismo. Pues antes de la constitución del mundo, cuando aún no había ni lugar ni tiempo alguno, Dios era eterno e inmenso, como lo es ahora, sin coexistir con ningún tiempo o lugar. Pero dado el tiempo y el lugar, así como es imposible que, siendo eterno, no coexista con algún tiempo, también es imposible que haya algún lugar que no llene, existiendo inmenso e infinito. Pues así como existe en todo tiempo, no es medido por el tiempo; de la misma manera, coexistiendo en todo lugar, no es circunscrito o definido por ningún lugar, sino que permanece siempre inmenso. De ahí que se diga que no está encerrado en el mundo, ya que ni el cielo ni los cielos de los cielos pueden contenerlo; no porque esté presente realmente fuera del mundo, sino porque, al igual que se dice que su poder es infinito, y no limitado en la creación del universo, ya que podría crear muchos otros mundos casi infinitos, así también su inmensidad no está limitada; sino que cuantos mundos pueda crear con su poder infinito, tantos puede llenar con su inmensidad.
Por lo tanto, la virtud de Dios no está contenida en el mundo entero, porque puede llenar muchos más mundos; así como el alma racional llena todo el cuerpo de un niño, coexiste con cada parte del cuerpo como forma y acto, y no está fuera de su cuerpo: sin embargo, no se dice que esté contenida al máximo en virtud. Pues ciertamente puede llenar un cuerpo más grande, y el mismo del niño cuando se convierte en un hombre perfecto, sin crecer en sí misma o disminuir en lo más mínimo, sino permaneciendo siempre igual; así también Dios en el mundo. Y así como el alma, porque es inmaterial, no depende totalmente del cuerpo, sino que es espiritual, incorpórea e indivisible, está totalmente en todo cuerpo y totalmente en cada una de las partes y miembros más pequeños; así también Dios está presente totalmente en todas las cosas y totalmente en cada una: totalmente en todas, porque es inmenso; totalmente en cada una, porque, siendo espiritual y el acto más puro, es indivisible y completamente indivisible; y no se impide, estando totalmente aquí, estar también totalmente allí y en cualquier lugar.
Porque vemos algo similar en el tiempo. Pues el espacio de tiempo en el que el cielo se mueve en una revolución de oriente a occidente, es decir, veinticuatro horas, que comprenden el día natural con tiempo nocturno y diurno, ciertamente es común a todos. Pues todo ese tiempo del día natural, en el que se realiza la circulación, lo tienen los orientales y los occidentales, los meridionales y los septentrionales, y los que habitan en el Ártico y en el Antártico, y los que están en Roma, en Venecia o en París: y todos tienen las veinticuatro horas completas; y al tener todo el tiempo completo, no impiden que otros también lo tengan completo; sino que ese tiempo total es todo para todos y cada uno, pero no es total para cada uno. Así también Dios está totalmente presente en todas las cosas y totalmente en cada una, pero no totalmente en cada una. Pues si estuviera totalmente aquí, ciertamente no podría estar en ningún otro lugar más que aquí: pero está en todas partes total potencial, presencial y esencialmente. Como el alma está en todas y cada una de las partes del cuerpo total potencial, presencial y esencialmente: potencialmente, porque actúa en todo el cuerpo y todas las partes del cuerpo están sujetas a su poder, potestad y fuerzas; presencialmente, porque toca todas las partes del cuerpo totalmente, no está distante de ninguna, sino que todas las partes le son presentes; esencialmente finalmente, porque en su sustancia y esencia el alma está en el cuerpo y en sus partes, informa, actúa y da ser; así Dios está potencialmente en todo lugar, porque obra en todas partes y todas las cosas están sujetas a su potestad; está presencialmente en todas partes, porque toca todas las cosas y de alguna manera las reviste íntimamente, no está distante de ninguna y todas las cosas le son presentes; pues todas las cosas, aunque las más ocultas, están desnudas y abiertas ante sus ojos, y no hay criatura invisible en su presencia; en tercer lugar, esencialmente, porque su sustancia y esencia llenan todo lugar y es más íntimo a cualquier cosa que la cosa a sí misma: da ser a cada cosa y conserva cada cosa en su ser; pues toda criatura es vanidad en sí misma y necesita apoyarse continuamente en la virtud divina, de lo contrario, si se retirara la mano divina, que sostiene todas las cosas con la palabra de su poder, todo volvería a la nada y perecería completamente.
Pero aunque Dios esté en todas partes y llene, como hemos dicho, todo lugar, sin embargo, se dice que está más en un lugar que en otro, no porque esté más allí, sino porque allí muestra más su virtud y opera cosas más nobles. Y para no desviarnos del tema - a imagen y semejanza de Dios está el alma del hombre en esto, - aunque esté totalmente en todo el cuerpo y totalmente en cada parte del todo, se dice que está más en el cerebro, o en la cabeza, y en el corazón, porque allí las operaciones de su virtud y potestad brillan más. Así también se dice que Dios está más en el cielo que en la tierra, porque allí resplandece más su poder, sabiduría y bondad, y opera allí de manera más excelente que en la tierra. Del mismo modo digo de otros lugares, como los lugares sagrados, y luego en los justos, los ángeles y los bienaventurados, por la gracia aquí y la gloria en el cielo y por la unión en Cristo. Así se decía que Dios estaba más en aquel templo de los judíos, en el arca y en el propiciatorio. Así el patriarca Jacob, cuando Dios se le apareció en sueños, al despertar dijo: "Ciertamente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía"; y temiendo, dijo: "¡Cuán terrible es este lugar: no es otra cosa que la casa de Dios y la puerta del cielo!"
Por lo tanto, visto todo esto, está claro que, aunque Dios está en todas partes, cuando la Escritura dice que Caín salió de la presencia del Señor, no debe entenderse que él huyó de Dios y se trasladó a un lugar donde Dios no estuviera; sino que salió de ese lugar donde Dios se le había aparecido, lo había reprendido y corregido por su delito. Así como Jacob dijo: "Ciertamente el Señor está en este lugar," porque se le había aparecido allí y no en otro lugar; así también Caín salió de la presencia del Señor, es decir, del lugar donde el Señor se le había aparecido, quien no se le había aparecido en otro lugar.
Pero, ¿cómo salió de la presencia del Señor si, siendo Dios un espíritu, no tiene rostro? Pues un espíritu no tiene carne ni huesos. Esta es una expresión figurada. Por eso, hay que tener en cuenta que a veces en la Sagrada Escritura se dice que Dios se apareció o habló a alguien, como leemos muy frecuentemente que Dios se apareció a los patriarcas y se vio a Moisés, y cuando leemos en el Éxodo que Moisés, Aarón, Nadab, Abiú y setenta de los ancianos de Israel subieron y vieron al Dios de Israel; y cuando también leemos que el Señor habló a Moisés cara a cara, como un hombre habla a su amigo; de manera similar cuando se vio a Jacob apoyado en la escalera y le habló. Ciertamente, ni el Señor hablaba ni se veía. Pues nadie ha visto jamás a Dios, ni puede verlo; por eso le dijo a Moisés: "No podrás ver mi rostro, porque nadie puede verme y vivir:" pero los ángeles aparecían y hablaban en nombre de Dios.
Así, en Génesis leemos que el Señor apareció a Abraham en el valle de Mamré, y enseguida se añade que eran tres ángeles. Y más claramente, cuando en Éxodo leemos que el Señor apareció primero a Moisés en la llama de la zarza y le dijo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob," la verdad hebrea dice que allí apareció el ángel del Señor a Moisés y así habló. Como también dijo el protomártir Esteban en su discurso al consejo, como se refiere en los Hechos de los Apóstoles: "Cumplidos cuarenta años, le apareció en el desierto del monte Sinaí un ángel en la llama de fuego de una zarza;" por eso dice lo mismo a los judíos: "Que recibisteis la ley por disposición de ángeles."
Siempre que en el Antiguo Testamento leemos que Dios habló a alguien o se le apareció, entendemos que un ángel hablaba y aparecía en nombre de Dios. Pero como los ángeles, siendo espíritus incorpóreos e inmateriales, no pueden ser vistos con ojos corporales, ni pronunciar palabras sensibles, asumen cuerpos en los cuales pueden ser vistos y hablar; por eso a veces se les vio en forma de fuego, aunque más frecuentemente en forma de hombre. Así leemos que aparecieron muchas veces en la Sagrada Escritura: a Abraham, a Lot, a Jacob, a Moisés, a Josué, a los padres de Sansón, Manó y su esposa, a David, a Daniel y a muchos otros; como también se vio a Balaam con una espada en la mano en el ángulo del camino. Esas especies y similitudes en las que los ángeles aparecen y hablan en nombre de Dios no están en todas partes, sino en un lugar determinado, donde está la persona a quien aparecen y hablan.
Dicho esto, cuando la Escritura dice que Caín salió de la presencia del Señor, entendemos que el ángel del Señor se le apareció en forma y semejanza corporal y le habló todas aquellas palabras que se dijeron a Caín en nombre de Dios; y habiendo dicho esto, Caín salió de la presencia de esa similitud o imagen en la que el ángel, en nombre de Dios, le había hablado a Caín. Entonces, habiendo salido de ese lugar determinado donde el ángel se le había aparecido y hablado, se fue a habitar en la región oriental del Edén. Porque, dijo, "mi tierra Dios ha maldecido para que no me dé sus frutos, buscaré la mejor región para habitar y trabajar, para no sufrir tantas calamidades y miserias extremas."
Pero, ¿cómo pudo alguna vez un hombre tan malvado, nacido y concebido en pecado, cuya maldad creció con él hasta alcanzar el crimen supremo, llegar a habitar ese lugar delicioso del que sus padres fueron expulsados por su pecado, y en cuya custodia fueron colocados los espíritus celestiales, los querubines, por Dios? ¿Podría haber engañado a los ángeles con su maldad, o podría haber entrado secretamente en ese lugar mientras ellos estaban descuidados o dormidos, y habitar allí sin que ellos lo supieran? Pero ciertamente estas ideas son absurdas e inaceptables. Por lo tanto, decimos que Caín no habitó en la región donde estaba ese jardín deliciosísimo, lleno de todas las delicias, plantado y establecido por la mano de Dios, sino que habitó no lejos de ese lugar, en la región oriental cerca de ese lugar.
Así, habitó en una región cercana a ese lugar ameno, y no estuvo lejos del paraíso terrenal, lo cual resultaba para él en un gran castigo. Pues, siendo muy avaricioso y deseoso de riquezas terrenales, y al contrario, siendo oprimido por la máxima escasez y penuria, y torturado por la más extrema pobreza, sabiendo que ese lugar del que no estaba lejos era el más ameno, deliciosísimo, fértil y abundante en los mejores frutos, no podía evitar sentir el mayor dolor y sufrimiento al estar cerca de ese lugar y no poder acceder a sus frutos. Como dicen las antiguas fábulas sobre Tántalo, quien, habiendo sido arrojado al inframundo por los dioses por el cruel crimen de haber cocido a su hijo asesinado, fue torturado perpetuamente por la mayor hambre y sed, y no podía alcanzar las aguas del río Erídano que huían de sus labios ni los hermosos y deliciosos frutos que pendían sobre su cabeza, para poder disfrutarlos: se volvió más infeliz al tener los bienes de la felicidad tan cerca; de ahí que Tántalo sea llamado, como si dijéramos, el más infeliz; así claramente Caín. Así es cómo incluso los bienes se vuelven un castigo y una pérdida para los impíos: como todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, incluso los males.
Se dice que habitó en la tierra de Nod, lo cual puede entenderse de dos maneras: primero, que habitó en la tierra como vagabundo y fugitivo, como se le dijo anteriormente, y así lo interpreta el Paráfrasis Caldeo; o que habitó en la tierra que se llama Nod, como parece tener el Texto Griego. Pero tal vez esa región en la que habitó se llamó así por el evento, porque Caín habitó allí como vagabundo y fugitivo; pues נוד (Nod) significa movilidad.