- Tabla de Contenidos
- CAP. I: Se plantea la cuestión: ¿Estuvo San Pedro en Roma y murió allí como obispo?
- CAP. II: Que Pedro estuvo en Roma.
- CAP. III: Que San Pedro murió en Roma.
- CAP. IV: Que Pedro fue obispo en Roma hasta su muerte.
- CAP. V: Se resuelve el primer argumento de los herejes.
- CAP. VI: Se resuelve el segundo argumento.
- CAP. VII: Se resuelven otros cinco argumentos
- CAP. VIII: Se responden otros ocho argumentos.
- CAP. IX: Se responde al argumento decimosexto.
- CAP. X: Se responde al argumento decimoséptimo.
- CAP. XI: Se responde al último argumento.
- CAP. XII: Se demuestra que el Pontífice Romano sucede a Pedro en la monarquía eclesiástica por derecho divino y razón de sucesión.
- CAP. XIII: Se prueba lo mismo a partir de los Concilios.
- CAP. XIV: Lo mismo se prueba con los testimonios de los sumos pontífices.
- CAP. XV: Lo mismo se prueba con los Padres Griegos.
- CAP. XVI: Lo mismo se prueba con los Padres Latinos.
- CAP. XVII: Lo mismo se prueba a partir del origen y la antigüedad del primado.
- CAP. XVIII: Lo mismo se prueba a partir de la autoridad que ha ejercido el Pontífice Romano sobre otros Obispos.
- CAP. XIX: Lo mismo se prueba a partir de las leyes, dispensas y censuras.
- CAP. XX: Lo mismo se prueba a partir de los vicarios del Papa.
- CAP. XXI: Lo mismo se prueba por el derecho de apelación.
- CAP. XXII: Refutación de los argumentos de Nilo sobre el derecho de apelación.
- CAP. XXIII: Refutación del primer argumento de los luteranos.
- CAP. XXIV: Se resuelven otros tres argumentos.
- CAP. XXV: Se resuelve el último argumento.
- CAP. XXVI: Lo mismo se prueba por el hecho de que el Sumo Pontífice no es juzgado por nadie.
- CAP. XXVII: Respuesta a los argumentos de Nilo.
- CAP. XXVIII: Se responden las objeciones de Calvino.
- CAP. XXIX: Se responden otros nueve argumentos.
- CAP. XXX: Se resuelve el último argumento y se trata la cuestión: ¿Puede ser depuesto un Papa herético?
- CAP. XXXI: Lo mismo se prueba a partir de los títulos que suelen atribuirse al Pontífice Romano.
- PREFACIO
CAP. XIII: Sobre la sede del Anticristo.
En cuanto al sexto punto, los adversarios afirman audazmente que la sede principal del Anticristo es Roma, o la Cátedra Apostólica fundada en Roma. Dicen que el Anticristo invadirá la sede de Pedro y la elevará a una cierta cumbre de poder, para que desde allí presida sobre toda la Iglesia y gobierne con tiranía. Y ciertamente, prueban que Roma es la ciudad real del Anticristo a partir del Apocalipsis 17, donde Juan, hablando de la sede del Anticristo, dice que es una gran ciudad que se asienta sobre siete colinas y que tiene dominio sobre los reyes de la tierra.
Además, argumentan que el Anticristo tendrá su sede no en el Palacio de Nerón, sino en la misma Iglesia de Cristo en Roma, basándose en Pablo, quien en 2 Tesalonicenses 2 dice que el Anticristo se sentará en el templo de Dios. Porque cuando dice "en el templo de Dios" de manera absoluta, se refiere al verdadero templo del verdadero Dios, que no es otro más que la Iglesia de Cristo. Pues los templos de los gentiles son verdaderos templos, pero de demonios, no de Dios; y el templo de los judíos era ciertamente de Dios, pero dejó de serlo cuando cesaron el sacrificio y el sacerdocio judío. Estos tres están tan unidos que uno no puede existir sin el otro. Además, ese templo judío estaba por ser desolado poco después y nunca más sería reconstruido, como dice Daniel en el capítulo 9: "Y hasta la consumación y el fin, la desolación perseverará"; por lo tanto, el Apóstol no puede estar hablando de ese templo.
Y este argumento se confirma con los Padres de la Iglesia. Jerónimo, en la cuestión 11 a Algasia, dice: "Se sentará en el templo de Dios, ya sea en Jerusalén, como algunos piensan, o en la Iglesia, como creemos más correctamente." Y Oecumenius: "No dice el templo de Jerusalén, sino las iglesias de Cristo."
Teodoro Bibliander añade el testimonio de Gregorio, quien en el libro 4, epístola 38 a Juan de Constantinopla, dice: "El rey de la soberbia está cerca, y lo que es aún más impío decir, un ejército de sacerdotes se le está preparando." De estas palabras se derivan dos argumentos. El primero es que Juan de Constantinopla se dice que precede al Anticristo, porque desea ser llamado obispo universal; por lo tanto, el Anticristo será aquel que realmente se hará a sí mismo obispo universal y se sentará en la Iglesia como cabeza de todos. El segundo es que el ejército del Anticristo serán los sacerdotes; por lo tanto, el Anticristo será príncipe de los sacerdotes. A partir de esto, los herejes creen que pueden demostrar evidentemente que el Papa romano es el Anticristo, ya que gobierna en Roma, se sienta en el templo de Dios, es llamado obispo universal y es príncipe de los sacerdotes.
Sin embargo, la verdadera opinión es que la sede del Anticristo será Jerusalén, no Roma, y el templo de Salomón, así como el trono de David, no el templo de San Pedro ni la Sede Apostólica. Esto se puede probar de dos maneras: primero, con un argumento "ad hominem", y luego a partir de las Escrituras y los Padres de la Iglesia.
PRIMERO, propongo este argumento. El Anticristo se sentará en la Iglesia de Cristo y será tenido como príncipe y cabeza de esa Iglesia, y en ella ejercerá su magistratura y sus oficios, como enseñan Felipe Melanchthon en la Apología del artículo 6 de la Confesión de Augsburgo, Calvino en el libro 4 de Institución, capítulo 2, § 12, y capítulos 7 y 25, Illyricus en el Centuria 1, libro 2, capítulo 4, columna 435, y todos los demás sectarios contemporáneos. Sin embargo, el Papa romano es el Anticristo, como ellos mismos enseñan en los mismos lugares; por lo tanto, el Papa romano se sienta en la verdadera Iglesia de Cristo y es príncipe y cabeza de esa Iglesia. Pero la Iglesia de Cristo solo puede ser una, como Cristo es uno, como también enseña Calvino en el libro 4 de Institución, capítulo 1, § 2. Por lo tanto, los luteranos, calvinistas y todos aquellos que están separados de la Iglesia que está bajo el Papa, están fuera de la verdadera Iglesia de Cristo.
Calvino vio este argumento y respondió que bajo el Papa no se puede ver tanto la Iglesia como las ruinas de la Iglesia de Cristo. Así lo dice en el libro 4 de Institución, capítulo 2, § 11: "Así como antes quedaban entre los judíos algunas prerrogativas especiales de la Iglesia, tampoco hoy quitamos a los papistas los vestigios de la Iglesia que el Señor quiso que quedaran entre ellos tras la dispersión". Y más adelante añade: "La providencia de Dios hizo que también quedaran otras reliquias, para que la Iglesia no pereciera del todo. Y así como a veces se derrumban los edificios, pero quedan los cimientos y las ruinas, así Dios no permitió que su Iglesia fuera completamente destruida por el Anticristo, ni que se igualara al suelo, sino que quiso que el edificio quedara semiderruido a pesar de la devastación." Y más adelante, en el § 12: "Por lo tanto, está claro que no negamos que, bajo su tiranía, también permanecen algunas iglesias."
Esta solución nos proporciona dos argumentos. PRIMERO, si solo quedan ruinas de la Iglesia de Cristo, entonces la Iglesia de Cristo ha caído; y, por lo tanto, ha mentido la verdad que dijo en Mateo 16: "Y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella." SEGUNDO, la Iglesia ha caído, y los papistas tienen sus ruinas, así como el fundamento, e incluso el edificio semiderruido; por lo tanto, los luteranos y calvinistas no tienen ninguna Iglesia. Pues no tienen la Iglesia completa de Cristo; ya que esa ha caído, y solo quedan ruinas: pero tampoco tienen la Iglesia semiderruida, ya que esa está bajo los papistas con el Anticristo. ¿Qué tienen entonces? Quizás un nuevo edificio; pero por el hecho mismo de ser nuevo, no es de Cristo. ¿Y quién, sino alguien completamente ciego, no vería que es más seguro permanecer en la verdadera Iglesia de Cristo, aunque esté semiderruida, que no estar en ninguna?
Ahora paso a las Escrituras que prueban que la sede del Anticristo será Jerusalén, no Roma. La PRIMERA está en el capítulo 11 del Apocalipsis, donde Juan dice que Henoc y Elías lucharán contra el Anticristo en Jerusalén, y allí serán asesinados por el mismo Anticristo:
"Y sus cuerpos yacerán en las plazas de la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado." Sobre este pasaje, Areta dice: "Sus cuerpos serán arrojados sin sepultura en las plazas de Jerusalén. Porque en ella reinará como rey de los judíos." De manera similar lo explican todos los demás intérpretes. Y ciertamente, es imposible negar que esto se diga de Jerusalén. ¿Qué ciudad es aquella donde fue crucificado el Señor, sino Jerusalén?
Por eso, Chytraeus, que quiere que esta ciudad sea Roma, omite aquellas palabras: "donde también su Señor fue crucificado", como si no tuvieran importancia, o como si no las hubiera leído. No obstante, no es relevante que Jerónimo, en la epístola 17 a Marcela, trate de demostrar que Jerusalén no puede llamarse Sodoma, ya que en la Escritura se la llama frecuentemente "la ciudad santa". Pues en esa epístola, Jerónimo aconseja a Marcela que, dejando Roma, se traslade a Palestina; y por lo tanto, reúne todo lo que puede en alabanza de Jerusalén y en reproche de Roma, y trata por todos los medios de excusar a Jerusalén. No lo hace en su propio nombre, sino en nombre de Paula y Eustoquio, a quienes creía que se les debía perdonar si explicaban algunas cosas de manera un poco diferente a como realmente son. Pues es evidente, por Isaías, que esa Jerusalén terrenal puede ser llamada Sodoma por la lujuria y los crímenes de los judíos. En el primer capítulo de Isaías, después de haber mencionado el título: "Visión de Isaías, que vio sobre Judá y Jerusalén", inmediatamente añade: "Escuchad la palabra del Señor, príncipes de Sodoma, prestad oído a la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra."
Tampoco es válido el argumento de que, como Jerusalén se llama "santa", no puede ser llamada "Sodoma". Pues así como en la misma epístola, Jerónimo dice que Roma es llamada por Juan "Babilonia" y "la gran prostituta vestida de púrpura" debido a los emperadores paganos, y sin embargo es santa por la Iglesia de Cristo y los sepulcros de Pedro y Pablo; de igual manera Jerusalén es una ciudad santa, por los profetas y apóstoles que allí predicaron, por la cruz y el sepulcro de Cristo, y cosas semejantes. Y no obstante, también es Sodoma y Egipto, por los crímenes y la ceguera de los judíos infieles.
El SEGUNDO pasaje está en Apocalipsis 17, donde Juan dice que los diez reyes, que se repartirán el Imperio Romano y durante cuyo reinado vendrá el Anticristo, odiarán a la gran prostituta vestida de púrpura, es decir, Roma, y la desolarán, e incluso la quemarán con fuego. ¿Cómo será entonces la sede del Anticristo, si en ese mismo tiempo debe ser destruida y quemada?
Además, como ya hemos demostrado arriba, el Anticristo será judío, y el Mesías y Rey de los judíos; por lo tanto, sin duda establecerá su sede en Jerusalén y se dedicará a restaurar el templo de Salomón. Pues los judíos no sueñan con otra cosa que con Jerusalén y el templo, y nunca parecen estar dispuestos a aceptar como Mesías a nadie que no se siente en Jerusalén y de alguna manera restaure el templo. Por eso Lactancio, en el libro 7, capítulo 15, dice que en tiempos del Anticristo, el reino supremo estará en Asia, y que Occidente será sometido, mientras que Oriente dominará. Y en el capítulo 17 especifica la parte de Asia en la que estará este reino, y dice que es Siria, es decir, Judea, que es parte de Siria y que los latinos siempre han llamado Siria. Asimismo, Jerónimo y Teodoreto, en el capítulo 11 de Daniel, a partir del mismo Daniel, concluyen que el Anticristo establecerá sus tiendas en la región de Jerusalén, y que finalmente será asesinado en el monte de los Olivos. E Ireneo, en el libro 5, claramente dijo que el Anticristo reinará en la Jerusalén terrenal.
El TERCER pasaje se encuentra en las palabras de Pablo:
"De modo que se siente en el templo de Dios" (2 Tesalonicenses 2). Aunque se han dado diversas interpretaciones por parte de los Padres de la Iglesia, y algunos entienden "templo de Dios" como las mentes de los fieles en las que se dice que el Anticristo se sienta cuando los ha seducido, como lo expone Anselmo. Otros entienden por "templo" al propio Anticristo junto con todo su pueblo; ya que el Anticristo querrá que él y los suyos sean vistos como el verdadero templo espiritual de Dios, es decir, como la verdadera Iglesia, tal como lo explica Agustín en el libro 20 de La ciudad de Dios, capítulo 19. Allí deduce esta interpretación del modo de hablar de Pablo, quien no dice en griego ἀν τῷ ναῷ (en el templo), sino εἰς τὸν ναὸν (en el templo), como si dijera que el Anticristo se sentará "en el templo de Dios", es decir, como si él mismo con los suyos fuera el templo de Dios. Aunque esta observación de Agustín no es necesaria, ya que en latín no se dice correctamente "sentarse en el templo" para referirse a "en el templo", en griego sí se puede decir καθέζομαι εἰς τὴν ἐκκλησίαν o εἰς τὸν ναὸν; de hecho, así se dice comúnmente.
Algunos también interpretan que se refiere a las iglesias cristianas, a las que el Anticristo ordenará que lo sirvan, como lo interpreta Crisóstomo; sin embargo, la interpretación más común, probable y literal es la de aquellos que enseñan que por "templo de Dios" se entiende el templo de Salomón, en el cual, de alguna manera restaurado, se sentará el Anticristo. Pues, en primer lugar, en las Escrituras del Nuevo Testamento, nunca se entiende por "templo de Dios" a las iglesias cristianas, sino siempre al templo de Jerusalén. Y lo que es más, los antiguos Padres latinos y griegos durante varios siglos nunca llamaron "templos" a las iglesias cristianas, que en griego se llaman ναοὶ (templos), como en este pasaje de Pablo, sino que las llamaban εὐκτήρια, es decir, oratorios, o bien las llamaban iglesias, casas de oración, basílicas o martirios.
Ciertamente, ni Justino, ni Ireneo, ni Tertuliano, ni Cipriano usan el término "templo" cuando hablan de las iglesias cristianas, y Jerónimo, en su epístola a Ripario, dice que el apóstata Juliano ordenó que las basílicas de los santos fueran destruidas o convertidas en templos.
La razón por la cual los Apóstoles no llaman "templos" a las iglesias cristianas es doble. PRIMERO, porque en aquel tiempo no tenían templos, sino que solo destinaban ciertos lugares en casas privadas para la oración, los sermones y la celebración de la misa. SEGUNDO, porque aún estaba vigente la memoria del templo judío, y para que no pareciera que los Apóstoles introducían algo similar, y para distinguir la Iglesia de la sinagoga, evitaban el uso del término "templo". De la misma manera, por esta misma razón, los Apóstoles en las Escrituras nunca llaman "sacerdotes" a los sacerdotes cristianos, sino solo "obispos" y "presbíteros". Pero después de la destrucción de Jerusalén, el incendio del templo y la abolición de la memoria del antiguo templo y sacerdocio, los santos Doctores comenzaron a usar el término "templo" y "sacerdocio" de manera más frecuente.
Por lo tanto, cuando el Apóstol, escribiendo que el Anticristo se sentará en el templo de Dios, dijo algo que quería que fuera comprendido por aquellos a quienes escribía, y ellos en ese momento solo entendían por "templo" el templo de Jerusalén, parece seguro que el Apóstol hablaba de ese templo. Esto también se confirma por la interpretación común de los Padres. Ireneo en el libro 5 dice: "Cuando el Anticristo se siente en el templo de Jerusalén, entonces vendrá el Señor", etc. Hipólito mártir, en su oración sobre la consumación del mundo, dice: "Construirá un templo en Jerusalén". Y lo mismo enseña San Martín, citado por Sulpicio en el libro 2 de los Diálogos. Cirilo de Jerusalén, en la catequesis 15, dice: "¿Qué templo dice el Apóstol? En el templo que queda de los judíos. Lejos esté que esto ocurra en el templo en el que estamos". Y Hilario, en el canon 25 sobre Mateo, dice: "El Anticristo, recibido por los judíos, se establecerá en el lugar de la santificación". Aquí claramente habla del templo de los judíos, ya que llama "lugar de la santificación" al mismo lugar que Cristo llama "lugar santo" en Mateo 24, cuando dice: "Cuando veáis la abominación de la desolación en el lugar santo."
Ambrosio, en el capítulo 21 de Lucas, dice que el Anticristo se sentará en ese templo, en el cual los romanos arrojaron la cabeza de un cerdo en tiempos del emperador Tito; pero, según el sentido místico, se sentará en el templo interior de los judíos, es decir, en sus mentes impías.
Sedulio, en este pasaje del Apóstol, explica que "en el templo de Dios" significa: "Intentará reconstruir el templo de Jerusalén", etc. Damasceno, en el libro 4, capítulo 28, dice: "En el templo, no en el nuestro, sino en el antiguo templo judío." Crisóstomo, Teodoreto y Teofilacto, que dicen que el Anticristo se sentará en las iglesias cristianas, también dicen que se sentará en el templo de Salomón. Pues Crisóstomo dice en este pasaje: "Ordenará que lo adoren como a Dios y se instalará en el templo, no solo en el de Jerusalén, sino también en las iglesias." Lo mismo dicen Teofilacto y Teodoreto. Agustín, en el libro 20 de La ciudad de Dios, capítulo 19, y Jerónimo, en la cuestión 11 a Algasia, no niegan que el Anticristo se sentará en el templo de Salomón.
Solo Oecumenio niega que el Anticristo se sentará en el templo de los judíos; pero él es de los más recientes y no debe ser puesto por encima de todos los Padres anteriores. Tal vez incluso su texto esté corrompido, y falte solo una partícula; pues no es creíble que quisiera apartarse de Crisóstomo, Teodoreto y Teofilacto, a quienes siempre sigue.
Ahora respondamos a los argumentos de los adversarios explicados anteriormente. Al PRIMERO respondo de tres maneras. PRIMERO, se puede decir con Agustín en el Salmo 26, Areta, Haymón, Beda y Ruperto, en el capítulo 17 del Apocalipsis, que por la gran prostituta que se sienta sobre los siete montes y tiene reino sobre los reyes de la tierra no se entiende Roma, sino la ciudad universal del Diablo, que en las Escrituras se llama frecuentemente Babilonia y se opone a la ciudad de Dios, es decir, a la Iglesia, que se llama Jerusalén. Y por los siete montes se entiende la universalidad de los soberbios, y especialmente de los reyes de la tierra, etc.
SEGUNDO, también puede decirse, y en mi opinión de manera más adecuada, que por la gran prostituta se entiende Roma, como lo expone Tertuliano en el libro Contra los Judíos y en el libro 3 Contra Marción, y Jerónimo en la epístola 17 a Marcela y en la cuestión 11 a Algasia; pero se refiere a la Roma pagana, que reinaba, adoraba ídolos y perseguía a los cristianos, no a la Roma cristiana, como esos mismos autores explican.
Y ciertamente es asombrosa la impudencia de los herejes, que, para probar que la Iglesia Romana es la gran prostituta vestida de púrpura, utilizan el testimonio de Tertuliano y Jerónimo. Pues en aquel tiempo la Roma pagana era contraria a la Roma cristiana; ¿cuál de ellas, pregunto, llaman esos Padres la gran prostituta vestida de púrpura? Si es la Roma pagana, ¿por qué entonces los herejes abusan de sus testimonios? Si es la Roma cristiana, entonces la Iglesia Romana ya había degenerado en aquel tiempo, y ya gobernaba el Anticristo, lo cual ni siquiera ellos conceden.
ADEMÁS, si la Roma cristiana ya era Babilonia en aquel tiempo, ¿por qué Tertuliano, en De praescriptione, dice: "Feliz la Iglesia, a la cual los Apóstoles derramaron toda su doctrina junto con su sangre"? Y ¿por qué Jerónimo, al final del libro 2 Contra Joviniano, al hablar de Roma, dice: "A ti te hablo, que borraste la blasfemia escrita en tu frente con la confesión de Cristo"?
FINALMENTE, esto también queda claro por las palabras de Juan, quien dice que se refiere a aquella Roma que tenía dominio sobre los reyes de la tierra y que estaba ebria de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús. Esto, ciertamente, solo puede referirse a la Roma que, bajo el reinado de Nerón y Domiciano, masacraba a los mártires.
TERCERO, digo que, incluso si esa mujer fuera la Roma cristiana, como afirman los herejes, su argumento no tendría ninguna fuerza. Pues, como ya hemos demostrado, el Anticristo odiará a Roma, sea como sea entendida, luchará contra ella, la desolará y la quemará. De lo cual se sigue claramente que Roma no será la sede del Anticristo.
En cuanto al SEGUNDO punto, ya hemos dicho que Pablo se refiere en ese pasaje al templo de Salomón. En cuanto al argumento que planteamos, respondo: una vez cesado el sacrificio y el sacerdocio judío, el templo dejó de ser templo judío, pero no dejó de ser templo de Dios inmediatamente. Pues el mismo templo podía ser un templo cristiano, y de hecho lo era mientras permaneció. Los Apóstoles predicaban y oraban en él después de la ascensión de Cristo y la venida del Espíritu Santo, como se demuestra con estas palabras de Lucas al final: "Estaban siempre en el templo alabando y bendiciendo al Señor" (Lucas 24:53). Y en Hechos 3, Pedro y Juan subían al templo a la hora de la oración, la novena. Y en Hechos 5, el ángel dice a los Apóstoles: "Hablad en el templo al pueblo todas las palabras de esta vida."
En cuanto a lo que dice Daniel, respondo: o Daniel quiso decir que el templo no será reconstruido sino hasta el final del mundo, lo cual es cierto, pues el Anticristo no vendrá sino al final del mundo; o quiso decir que la desolación permanecerá para siempre, porque aunque sea reconstruido, nunca será un templo no profanado después de su destrucción por Tito. Pues cuando el Anticristo lo erija, en ese momento residirá en él la abominación de la desolación, es decir, el mismo Anticristo o su imagen; o finalmente, que el templo nunca será reconstruido perfectamente, pero que la reconstrucción será comenzada, y en ese templo parcialmente reconstruido el Anticristo se sentará.
En cuanto a las interpretaciones de los Padres, ya hemos respondido que afirman, o al menos no niegan, que el Anticristo se sentará en el templo de Salomón. Que algunos de ellos añadan que también se sentará en las iglesias cristianas es verdad y no contradice lo que decimos. Pues los Padres no quieren decir que el Anticristo se sentará en la Iglesia como obispo, como sueñan los herejes, sino que se sentará como Dios. Pues el Anticristo ordenará que todos los templos del mundo sean convertidos a su culto, y hará que lo adoren en ellos:
"Crisóstomo, en este pasaje, dice: 'Ordenará que lo adoren como a Dios, y se colocará en el templo, no solo en el de Jerusalén, sino también en las iglesias.'" Los demás Padres hablan de manera similar.
En cuanto a los argumentos tomados de las palabras del Beato Gregorio, respondo que de sus palabras se deduce lo contrario de lo que los herejes infieren. Pues ellos argumentan así: el obispo de Constantinopla precedía al Anticristo, porque se hacía llamar obispo universal; por lo tanto, el Anticristo será algún obispo universal que usurpará todo para sí. Sin embargo, de esto se deduce lo contrario, pues el precursor no debe ser el mismo que aquel al que precede, sino mucho menor, aunque semejante en algo, como se ve en Juan Bautista y Cristo. Si, por lo tanto, el precursor del Anticristo es aquel que se hace a sí mismo obispo universal, el verdadero Anticristo no hará lo mismo, sino algo mayor; es decir, se exaltará por encima de todo lo que se llama Dios. O si el verdadero Anticristo solo se hará a sí mismo obispo universal, entonces ese Juan de Constantinopla, que hacía esto, no era el precursor del Anticristo, sino el verdadero Anticristo, lo cual ni Gregorio dice ni los adversarios. Por lo tanto, el sentido de las palabras de Gregorio es que, como el Anticristo será el más soberbio de todos, y la cabeza de todos los soberbios, al punto de no tolerar compañeros, quienquiera que se apropie de algo de manera indebida y quiera exceder y sobresalir sobre los demás, lo precede; y tales eran los obispos de Constantinopla, que, siendo al principio solo arzobispos, primero se usurparon el Patriarcado y luego el título de universal.
De manera similar, cuando Gregorio dice: "Se le está preparando un ejército de sacerdotes", no quiere decir que los sacerdotes, como sacerdotes, pertenezcan al ejército del Anticristo; pues de ser así, él mismo también estaría en ese ejército. Sino que quiere decir que los sacerdotes, en cuanto soberbios, preparan un ejército para el Anticristo. Pues está hablando del mismo Juan y de sacerdotes similares, que se elevaban injustamente sobre los demás. De esto no se sigue que el Anticristo será príncipe de los sacerdotes, sino que será príncipe de los soberbios.
De todo este capítulo tenemos un fuerte argumento de que el Papa no es el Anticristo, pues su sede no está en Jerusalén ni en el templo de Salomón. De hecho, es creíble que desde el año 600 ningún Papa romano haya estado jamás en Jerusalén.