CAP. V: Se resuelven los argumentos de los adversarios.

A la objeción de los Agnoitas y calvinistas, que propone el beato Gregorio y que no resuelve en ese momento, diciendo que lo resolverá en otra ocasión, respondo que Cristo tomó dos cosas de nuestra naturaleza en la encarnación. PRIMERO, asumió una naturaleza humana completa con todo lo que pertenece a su perfección. Pues, como dice el símbolo de Atanasio: "Cristo es perfecto Dios y perfecto hombre." SEGUNDO, asumió algunos defectos propios de nuestra naturaleza corrupta, como la muerte, el hambre, la sed, etc., pero no todos los defectos. Pues no asumió el pecado, la concupiscencia ni la ignorancia. La razón de esto es que, como los defectos no pertenecen a la esencia ni a la perfección de la naturaleza asumida, Cristo no debía asumir más que aquellos defectos que fueran conducentes al fin de la encarnación, que era salvar a los hombres. Ahora bien, muriendo y sufriendo, podía merecer ante Dios, porque la paciencia es una virtud; pero la concupiscencia, el pecado y la ignorancia no eran útiles para salvar a los hombres, sino más bien dañinos. Pues el pecado no puede ser eliminado por el pecado, como la muerte fue eliminada por la muerte.

Por tanto, cuando la Escritura enseña que Cristo debía asemejarse en todo a sus hermanos, excepto en el pecado (Hebreos 2 y 4), no debemos concluir de ahí que también debía asemejarse en la ignorancia, que no es pecado pero que está en nosotros. Pues cuando se exceptúa el pecado con las palabras "excepto el pecado", se entiende que no solo se exceptúan los pecados, sino también todos aquellos defectos que no eran útiles para la redención. Y cuando se dice "en todo debía asemejarse", bajo el nombre de "todo" se entienden todas aquellas cosas que pertenecen a la perfección de la naturaleza o que conducen a la redención. De otro modo, si todo lo que está en nosotros debía estar en Cristo, entonces no debió ser concebido por el Espíritu Santo, ni nacer de una virgen, ni ser lleno de sabiduría en la infancia, ni carecer de la rebelión de la parte inferior, e incluso debería haber sido afligido por fiebre, gota y otras enfermedades.

Además, esa afirmación, tal como la citan ellos, no se encuentra en ningún lugar. Pues en Hebreos 2 leemos: "Debía asemejarse en todo a sus hermanos," pero no se dice en ese lugar "excepto el pecado". Y el sentido es: "Debía asemejarse en todo lo que pertenece a la naturaleza." En Hebreos 4 leemos: "Tentado en todo, a semejanza, pero sin pecado." Y el sentido es: "Cristo fue tentado de todas las maneras," es decir, experimentó todos los males que suelen sufrir los hombres: en el cuerpo, en el alma, en el honor, en los bienes, en los amigos y en los parientes; pero ninguna de estas tentaciones lo llevó jamás al pecado.

Ahora bien, en cuanto al segundo testimonio de la Escritura, cuya fuerza se basa en la palabra griega πληρούμενος (plēroumenos), respondo: PRIMERO, que πληρούμενος a veces significa "rebosante", lo que es lo mismo que πλήρης (plēres), y es este significado el que ha seguido nuestro traductor, quien lo ha vertido como "pleno" (plenus).

SEGUNDO, digo que, si leemos πληρούμενος en sentido pasivo, es decir, "se llenaba", el sentido es que tanto la sabiduría increada como la creada, que estaban en él, llenaban cada día más sus órganos corporales, los movían y los adaptaban para realizar obras más excelentes. Este es el sentido que indica Atanasio en su sermón 4 contra los arrianos, y este sentido concuerda mucho con el contexto. Pues el niño crecía en cuerpo y se fortalecía en espíritu, no porque algo externo se añadiera, sino porque aquel que estaba en él lo capacitaba para realizar obras más perfectas, y del mismo modo "se llenaba de sabiduría," no con sabiduría adquirida de otra parte, sino con la que ya estaba en él, extendiéndose y poseyendo todos los miembros y sentidos. De ahí que siga: "Y la gracia de Dios estaba en él"; no dice "adquirió gracia," sino que "la gracia estaba en él," sosteniéndolo y dirigiéndolo. Así como en la misma concepción, el Espíritu y la sabiduría llenaron ese pequeño cuerpo, como su pequeño templo, de igual manera, al crecer ese templo, el espíritu se extendía y lo llenaba todo.

TERCERO, también podría decirse que "se llenaba" de sabiduría adquirida por experiencia propia; pues aunque no ignoraba nada en lo teórico, teniendo la ciencia infusa de todas las cosas, sin embargo, ignoraba prácticamente aquellas cosas que no había experimentado. De la misma manera que Pablo dice que Cristo aprendió la obediencia por lo que sufrió (Hebreos 5). Y esta parece ser la explicación del beato Ambrosio en el libro De Incarnationis Dominicae Sacramento, cap. 7, donde dice que Cristo tuvo una naturaleza humana perfecta desde el inicio, y sin embargo creció en el conocimiento humano.

Resta el tercer testimonio de la Escritura en el capítulo 2 de Lucas: "Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia." Pero hay una explicación cierta y común de los Padres, como los ya citados Gregorio Nacianceno, Cirilo, Damasceno, Teofilacto, Beda, Anselmo, Bernardo y otros, de que Cristo crecía en sabiduría y gracia en la opinión de los hombres, a quienes cada día revelaba más su sabiduría. De la misma manera que el Sol, cuanto más asciende hacia el cielo, más se dice que crece en luz y calor, no porque en sí mismo se haga más luminoso y cálido, sino porque su virtud se manifiesta más.

Añade Damasceno en el lugar citado que, así como se dice que un obispo crece en su iglesia a través de sus sermones, cuando el pueblo crece, y un maestro en la escuela se dice que crece cuando hace a sus oyentes más sabios, así también Cristo puede decirse que crecía, porque hacía que otros crecieran.

Pero Calvino objeta diciendo que Lucas dice que Cristo crecía en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres; sin embargo, no creció en la opinión de Dios ni hizo crecer a Dios. Respondo que esa expresión "ante Dios y los hombres" debe unirse al crecimiento en gracia, no al crecimiento en sabiduría o en edad. Pues no solemos decir que alguien crece en sabiduría o en edad ante Dios y los hombres, ya que la sabiduría y la edad son cosas absolutas y no dependen de otros. Pero decimos correctamente que alguien crece en gracia ante los demás, cuando cada día se vuelve más grato a ellos.

Cristo, entonces, se dice que creció en gracia ante Dios y los hombres porque cada día era más amado por los hombres y recibía signos de la benevolencia de Dios, o lo que es lo mismo, crecía cada día en los signos externos de la benevolencia de Dios y de los hombres, como se dice de Samuel en 1 Samuel 2: "El niño crecía y se desarrollaba, y agradaba tanto a Dios como a los hombres."

Además, crecía ante los hombres en sabiduría, en la medida en que, como se ha dicho, multiplicando las obras de sabiduría, hacía que otros crecieran, y él mismo aparecía cada día más sabio. Además, por las obras llenas de sabiduría y gracia que realizaba, verdaderamente crecía en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, porque realizaba obras dignísimas y sumamente meritorias tanto ante el juicio de Dios como de los hombres.

En cuanto al cuarto testimonio de la Escritura, los Padres tienen diferentes opiniones. Ambrosio, en el libro 5 de De Fide, cap. 8, y Jerónimo, en el cap. 24 de Mateo, sospechan que la expresión "ni el Hijo" fue añadida por los arrianos, ya que no se encuentra en todos los códices griegos. Sin embargo, como en Marcos 13 sí se encuentra en todos, debe responderse de otra manera.

PRIMERA es la exposición de Gregorio en el libro 4, epístola 42, a Eulogio, donde aprueba la opinión de Eulogio de que se dice que Cristo no conoce aquel día, no en su propia persona, sino en la persona de la Iglesia. Muchas cosas que se dicen de Cristo deben entenderse del cuerpo y no de la cabeza. Sin embargo, podría objetarse contra esto, ya que entonces el Señor no habría debido decir: "Ni los ángeles ni el Hijo," pues, dado que los ángeles también están contenidos en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, habría sido suficiente decir que "el Hijo no lo sabía." Y quizás por esta razón Gregorio añadió dos exposiciones más, ya que esta primera no parecía completamente satisfactoria.

La segunda exposición de este mismo Gregorio, al igual que la de Ambrosio en el capítulo 17 de Lucas, de Nacianceno en la oración 4 sobre la Teología, y de Cirilo en el libro 9 de Thesaurus, capítulo 4, es que se dice que Cristo como hombre no conocía ese día, porque no lo sabía como hombre, es decir, con ciencia humana, sino por revelación divina o infusión. Sin embargo, tampoco parece que esto satisfaga plenamente, ya que los apóstoles querían aprender de Cristo acerca de ese día, pero él respondió que no lo sabía, y por lo tanto no podía enseñarles. Pero si lo sabía por revelación divina, ciertamente podría haberlo enseñado.

La tercera exposición es de Epifanio en Ancorato, de Crisóstomo en una homilía sobre la Trinidad (tom. 3), y de Bernardo en el libro De duodecim gradibus humilitatis, que dice que Cristo no lo conocía en sentido práctico, del mismo modo que se dice que Adán antes del pecado no conocía el bien y el mal. El Padre, sin embargo, se dice que lo sabe porque lo conoce en sentido práctico, ya que ha entregado todo juicio al Hijo y, en cierto modo, ya ha juzgado. Pero tampoco parece que esta explicación encaje bien, ya que los apóstoles no querían conocer ese día de manera práctica, sino teórica, y por lo tanto no tenía relevancia si el Señor conocía ese día de manera práctica o no.

La última exposición es de este mismo santo Gregorio, en el lugar citado, así como de Ambrosio en el libro 5 de De Fide, cap. 8, de Jerónimo, Crisóstomo, Teofilacto en el capítulo 24 de Mateo, Basilio en el libro 4 de Contra Eunomium, y de Agustín en el libro 1 de De Genesi contra Manichaeos, cap. 22, y en el libro 1 de De Trinitate, cap. 12. Esta exposición dice que el Hijo se dice que no lo sabe porque no lo sabe para revelarlo a otros y porque hace que ellos permanezcan ignorantes. Esta es, de hecho, la explicación más adecuada para este pasaje. El Señor quiere dar la razón por la que no revela ese día, y dice que la razón es que no lo sabe, es decir, no lo ha aprendido del Padre para revelarlo a otros, sino para guardarlo en secreto para sí mismo.

Además, la Escritura habla frecuentemente de esta manera, como en Génesis 22: "Ahora conozco que temes a Dios," es decir, "ahora te he mostrado a ti y a los demás cuánto me temes." En Juan 15, dice: "Ya no os llamo siervos, porque todo lo que oí de mi Padre, os lo he dado a conocer." Y sin embargo, no les había indicado todo de manera absoluta. Pues en el capítulo 16, dice: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero no las podéis llevar ahora." Por lo tanto, les había dicho todo lo que había oído del Padre para decírselo a ellos. De esta manera, en este pasaje, se dice que no sabe sino aquello que sabía para decirles.

Calvino objeta lo siguiente: Si Cristo dice "Nadie sabe, ni los ángeles, ni el Hijo", si entendemos que "el Hijo lo sabe pero no para decirlo," entonces también podría decirse de los ángeles que lo saben pero no para decirlo. Además, podría objetarse: cuando decimos que el Hijo no lo sabe para decirlo, ¿lo entendemos como que no lo sabe para decirlo a nadie o como que no lo sabe para decirlo a los apóstoles? Si lo primero, es falso que el Hijo no lo sabe para decirlo, pues se lo dijo al Espíritu Santo. Si lo segundo, es falsa esa excepción "excepto el Padre", pues tampoco el Padre lo sabía para decirlo a los apóstoles.

Respondo a la primera objeción: De las palabras del Señor se deduce que ni los ángeles ni el Hijo lo saben para decirlo. Si lo saben de otra manera, no se explica aquí. Pero ciertamente sabemos por otros pasajes que Cristo lo sabe, tanto porque ha sido constituido juez como porque "en él están todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría de Dios" (Colosenses 2). De los ángeles, creemos que no lo saben de ninguna manera, tanto porque no es necesaria esta ciencia para ellos, como porque en ninguna parte se dice que los ángeles lo sepan todo.

A la segunda objeción, respondo que el Hijo no lo sabe para decirlo a nadie en absoluto, pero me refiero al Hijo en cuanto hombre, del mismo modo que no lo hizo saber al Espíritu Santo. Sin embargo, solo se dice que el Padre lo sabe porque hizo que Cristo hombre lo supiera, como dice Agustín en el libro 1 de De Genesi contra Manichaeos, cap. 22. Y lo que se atribuye al Padre, también se aplica a las demás personas que tienen la misma naturaleza. Por lo tanto, es lo mismo que si hubiera dicho: "Nadie lo sabe, excepto Dios."

A la última objeción de la Escritura, respondo que es una blasfemia impía decir que Cristo oró sin espíritu, o que corrigió o retractó su oración. Pues está escrito de él: "Él no cometió pecado" (1 Pedro 2:22), y "el que no conoció pecado" (2 Corintios 5:21). Y los Padres enseñan unánimemente que Cristo no solo no pecó, sino que ni siquiera podía pecar. Véase Atanasio en la oración 2 contra los arrianos, Cirilo en el libro 10 de In Ioannem, cap. 11, y Agustín en Enchiridion, cap. 36 y 40, y otros.

Pero la Escritura dice que Cristo dijo: "Padre, si es posible." Entonces, ¿sabía o no sabía si era posible? Si no lo sabía, entonces ignoraba algo. Si sabía que era posible, ¿por qué lo dice dudando? Si sabía que era imposible, ¿por qué lo pedía? Además, cuando dice "Pasa de mí este cáliz", parece oponerse a la razón recta y a la voluntad del Padre, pues había venido precisamente para sufrir. Finalmente, cuando añade "No se haga mi voluntad, sino la tuya", parece corregir claramente lo que había pedido antes.

Respondo: "Si es posible" significa "Si te place." Pues sabía que para Dios nada es imposible, pero pedía si era posible según el beneplácito de Dios. Y esto se aclara en otros evangelistas. Pues lo que dice en Mateo 26: "Si es posible", lo expresa en Marcos 14: "Todo te es posible." Y en Lucas 22: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz." Dice "Si quieres", no porque ignorara que el Padre no lo deseaba, sino para mostrar el afecto natural de su voluntad de evitar la muerte, unido a una completa sumisión a la voluntad del Padre. Es como si dijera: "Quiero que no se haga lo que quiero", es decir, "Quiero con voluntad deliberada que no se haga lo que quiero con la voluntad natural", que se refiere al objeto considerado por sí mismo. No son voluntades contradictorias, pues no se refieren a lo mismo de la misma manera. Además, una es más bien un deseo (velleidad) que una voluntad.

Podrías preguntar: ¿Por qué Cristo, orando, quiso expresar esa voluntad natural, sabiendo que no sería cumplida? Respondo con Crisóstomo en este pasaje: para mostrar que era un verdadero hombre, que realmente sufrió y murió. Pues, si incluso expresando tan frecuentemente sus afectos naturales, aún hubo muchos herejes que negaron la verdadera carne y pasión de Cristo, ¿qué habría sucedido si no hubiera mostrado tales afectos?

Además, quiso expresar esto para enseñarnos a no afligirnos cuando no obtenemos de Dios lo que pedimos. Pues Cristo, en esta oración, fue escuchado en parte y en parte no lo fue. Fue escuchado en lo que pedía absolutamente, como se dice en Juan 11: "Sabía que siempre me escuchas." No fue escuchado en lo que pedía por afecto natural, como se dice en Salmo 22: "Clamaré de día, y no me escucharás."

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