- Tabla de Contenidos
- PORTADA Y DEDICACIÓN
- PROEMIO
- PRIMERA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS Y TROPOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
- SEGUNDA DISERTACIÓN SOBRE LOS ESQUEMAS, ESTO ES, LAS FIGURAS DE LOCUCIÓN
- TERCERA DISERTACIÓN DE LOS ESQUEMAS DE LAS ORACIONES
- CUARTA DISERTACIÓN SOBRE EL MÚLTIPLE SENTIDO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
- QUINTA DISERTACION DE LA CREACIÓN DEL MUNDO EN EL TIEMPO
- SEXTA DISERTACIÓN SOBRE LOS PRINCIPIOS DE LAS COSAS
Versículo 26
El Texto Hebreo tiene: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.
Los Setenta, sin embargo, cambiaron la preposición, traduciendo como πρός (pros), "a", tal como nuestro intérprete los imitó. Sin embargo, no hace diferencia.
El Rabino Aben Ezra, en su exposición sobre este pasaje, dice que “hay quienes dicen que la palabra נעשה (na'ase), es un nombre adjetival de la conjugación nifal, así como todo lo que se hizo en el primer día; y dicen que: a nuestra imagen y semejanza, son palabras de Moisés”. Y su exposición es, que «Dios creó al hombre בצלמו (betsalmo), a su imagen, porque ו (vav) se refiere al hombre; y explican: a imagen de Dios, que Dios se unió cuando lo hizo; como si dijeran que Dios hizo al hombre a su imagen. Y esta es una exposición de los faltos de entendimiento, porque hubiera sido evidente al principio, que sería: y Dios dijo: sea hecho el hombre; y así lo hizo a su imagen. Además, בצלמו (betsalmo), ¿cómo se refiere al hombre? He aquí, tiene una imagen antes de que exista. Y ¿cuál es la razón de que, derramando la sangre del hombre en el hombre, se derrame su sangre, porque el hombre fue creado a imagen? También todas las almas vivientes tienen imagen. Y dice Gaon que la exposición es: a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y su sentido es: a imagen, que se ve en la sabiduría; porque es bueno, y por el honor del hombre y su unión con Dios. Y así de su tierra salieron, porque del Señor es la tierra y su plenitud. Y dice en la palabra נעשה (na'ase), si es número plural, [esto es] según el modo de hablar de los reyes, y así es: Y también te daremos esta; Diremos delante del rey; Si puedo, lo golpearemos. Y estos testimonios son testimonios falsos, porque ונתנה (venatna), es de la conjugación nifal y es como: Y la ciudad será dada, etc.; y ו (vav) es conversiva del futuro, según la regla de todo verbo pasado; y el sentido es: y te será dado; y eso de: Lo golpearemos: él y su ejército; o es un nombre verbal, como: ונקה אנקך לא (lo anakeh venakeh); y también porque encontramos: נכו לא (lo naku), porque no viene la conjugación, cuyo nombre verbal no se menciona, entonces porque es de la grave”, es decir, conjugación.
«Y Moisés el sacerdote hispano se equivocó en su libro en la palabra: Diremos delante del rey, que es aramea: y ¿cómo hablará Daniel en la lengua grande delante de Nabucodonosor, que era rey de reyes? Y ahora lo expondré. Sabe que todas las obras del Génesis fueron creadas para el honor del hombre por mandato de Dios, y todos los brotes que la tierra produjo, y las aguas y todas las almas y bestias: y después dijo Dios a los ángeles: ¡Hagamos al hombre! Nosotros daremos las obras en él, y no el agua, o la tierra; y después de saber que la ley habla según la lengua de los hijos de los hombres, porque el hablante es hombre también el oyente, y no puede hablar un hombre palabras superiores a él, o inferiores, sino según la manera de similitud del hombre, y así se dice: la boca de la tierra, las manos del Jordán, y la cabeza del polvo del orbe terrestre. Y, ¡lejos, lejos, que haya semejanza con Dios! Y porque el hombre fue elevado sobre aquello que no es hombre, fue puesto sobre las bestias de la tierra por Dios; y porque no es un cuerpo, sino la plenitud de todo y el cuerpo del hombre es, sea pequeño el mundo - sea Dios bendito - que en lo grande comenzó y en lo pequeño terminó. Y así dice el Profeta, que vio la gloria de Dios como la visión de un hombre; y Dios es uno y es el formador de todo y es todo». Todo esto es Aben Ezra.
El Rabino Salomón también tiene una interpretación similar, cuyos comentarios son los siguientes. Dice: «Hagamos al hombre: este pasaje nos enseña la humildad de Dios, porque el hombre es a semejanza de los ángeles, y ellos le hubieran tenido envidia; por eso los consultó; y porque es el juicio de los ángeles, él consultó a su familia. Así como encontramos en Acab, cuando Micaías le dijo: Vi al Señor sentado en su trono y todo el ejército del cielo estaba junto a él a su derecha y a su izquierda. ¿Y cómo es que hay derecha e izquierda delante de él? Pero estos están a la derecha, los que son para justificar, y aquellos a la izquierda, los que son para condenar; así como en los juicios de las ciudades hay sentencia y en la conversación de los santos hay súplica. Así tomó licencia en su familia, diciéndoles: Hay una semejanza mía en los superiores: si no la hay en los inferiores, he aquí la envidia en las obras de la creación: Hagamos al hombre. Aunque no le ayudaron en su formación, la Escritura no dejó de enseñar el camino de la tierra y el ejemplo de humildad, que si alguien es grande consulte y pida licencia a uno pequeño. Y si estuviera escrito: Haga yo al hombre: no nos enseñaría que es una palabra con la casa del consejo, sino consigo mismo. Pero escribe después: Y creó al hombre, y no: crearon, בצלמו (betsalmo), a su imagen, es decir, en el ejemplar, tipo o forma, que es para nosotros, según nuestra semejanza, para entender, o con mente e intelecto, y para prever».
Estas son las interpretaciones que los mencionados doctores hebreos ofrecen sobre este pasaje, las cuales es necesario refutar, especialmente las últimas; pues las primeras, como falsas, ya las rechazan y refutan ellos mismos. Examinemos la letra y veremos cómo se derrumban todas las invenciones de los hebreos.
Este es el texto: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, como hemos visto en el Rabino Aben Ezra y el Rabino Salomón; establezcamos ahora algunas cosas, según los hebreos. Primero: los ángeles no son creadores, por lo cual afirman que fueron creados el segundo día, para que no pensáramos que fueron colaboradores de Dios en la creación del mundo. Segundo: la imagen y semejanza no deben entenderse según el cuerpo, sino según el alma, la mente y el intelecto del hombre, como lo afirman aquí el Rabino Salomón y el Rabino Moisés, en su הנבוכים מורה (Moreh Nevujim). Entonces, digo:
¿Cómo Dios habla a los ángeles, diciendo: Hagamos, si los ángeles no son colaboradores de Dios en la creación? No dirás según el cuerpo: pues no el cuerpo, sino el alma fue hecha a imagen y semejanza de Dios, que es creada instantáneamente por Dios de acuerdo con aquello: Formando el espíritu dentro de él. Luego, ¿es una y la misma la imagen y semejanza de Dios y de los ángeles, para que Dios diga: A nuestra imagen y semejanza? Además, ¿acaso el hombre fue creado a imagen y semejanza de los ángeles, y no más bien los ángeles fueron creados a la misma imagen a la que fue creado el hombre? ¿Y por qué no se añadió después: Y crearon los dioses al hombre a su imagen, etc., como: Y creó Dios, si los ángeles junto con Dios crearon al hombre? Porque no es una la operación de Dios y de los ángeles.
Pero dice el Rabino Salomón que los ángeles no cooperaron con Dios en la creación del hombre, por eso se dice: Y creó Dios al hombre; pero sin embargo, con esas palabras: Hagamos, etc., Dios habló a los ángeles, pidiendo su consejo para crear al hombre a su imagen y semejanza; para que así como la semejanza de Dios está en los superiores, también lo esté en los inferiores, para que no envidiaran los inferiores a los superiores. Pero aún digo: ¿por qué dice: A nuestra imagen y semejanza, si el hombre fue creado a semejanza de Dios, y no de los ángeles? Pues, como él mismo dice, la semejanza de Dios ya estaba en los superiores, es decir, en los ángeles, que tienen la semejanza de Dios. Luego, ¿acaso Dios es insensato para pedir consejo a otro? Pedir consejo no es propio del sumamente sabio y conocedor de todo, sino del que ignora lo que es mejor y más excelente.
Pero dice que hizo esto para enseñarnos humildad. Pero ¿a qué hombre enseñaba si todavía no había sido creado el primer hombre, sino que pensaba en hacerlo Dios? ¿Acaso no habría sido mucho más grande, más claro y más evidente el ejemplo de humildad, si Dios hubiera consultado a los hombres alguna vez, cuando hubiera propuesto hacer algo? Ciertamente, Moisés fue el siervo y amigo más fiel de Dios, quien frecuentísimamente consultaba a Dios en los asuntos. Sin embargo, nunca leemos que Dios mismo le consultara a él para hacer algo.
Tampoco el ejemplo que cita lo prueba. Porque Miqueas vio al Señor en una representación que mostraba a Dios mismo, ya sea exteriormente formada o interiormente en la imaginación del Profeta. Pero los ejércitos de ángeles, a quienes vio de pie alrededor de él, no todos son ángeles buenos; y aquellos que justifican la sentencia de Dios, se dice que están a su derecha, pero los que condenan, a su izquierda. Pero los que están a la derecha son buenos; sin embargo, los que están a la izquierda son malos, que se dice que asisten a Dios porque en muchos casos son ejecutores de la justicia divina. Y en el libro de Job leemos que, cuando ... vinieron los hijos de Dios a estar ante el Señor, Satanás también estaba entre ellos. Y ciertamente aquel espíritu que dijo: Saldré y seré un espíritu mentiroso en la boca de todos sus profetas, cuando justificó la sentencia de Dios, que dijo: ¿Quién engañará a Acab? etc., según él, debió estar a la derecha de Dios, aunque sin embargo fue un espíritu maligno. Pero ¿qué podría ser más absurdo que colocar a los espíritus más malvados a la derecha de Dios? Ni aprobó Dios aquella mentira cuando dijo: Ve y prevalecerás, siendo la primera y suma verdad, sino que ciertamente lo permitió. Porque Dios permite justamente que los hombres malos sean engañados por los demonios, quienes sin embargo no pueden actuar, a menos que se les permita actuar.
Por lo tanto, queda que traigamos el sentido verdadero y católico de lo que se dice: Hagamos al hombre. Aquí, pues, como lo afirman todos los hombres santísimos y los más doctos intérpretes, se designa la pluralidad de las Personas divinas y es el discurso del Padre al Hijo y al Espíritu Santo; puesto que una es la operación de todas las Personas divinas y es indivisible hacia afuera. Por lo tanto, dice el Padre al Hijo: Hagamos, y no: Hágase, como vimos que se dijo en la producción de las cosas precedentes. Porque todas esas cosas constan de aquella materia primigenia y de ella también se sacan sus formas, de su potencia y virtud, es decir. Pero cuando se llega al hombre, no dice: Produzca la tierra, sino: Hagamos. Pues aunque también el cuerpo del hombre consta de aquella materia primaria, su alma, que es la más noble de las formas, no se saca de allí, sino que es creada por Dios de su propia naturaleza; y porque el hombre es hombre en cuanto está dotado de alma racional, y tiene sentido y razón, por eso se dice: Hagamos al hombre.
El hombre se llama ָדם אָ (Adam) en hebreo, de אדמה (adama), es decir, tierra, o de אדום (adom), rojo, porque fue hecho de tierra roja, como pensó Josefo: pues afirma que el hombre fue formado en el campo damasceno y que la tierra de la que fue formado era roja. Sin embargo, las Sagradas Escrituras enseñan que Adam se llama así por אדמה (adama). Si el hombre en latín se llama así por humus (tierra), coincide con la etimología hebrea. Por lo tanto, la etimología más verdadera del hombre y la que más se ajusta a su propiedad es que se llame por la tierra. Así como el cuerpo humano fue sacado de la tierra y hecho de ella, así el nombre del hombre debía derivarse de la tierra.
Pero, aunque el hombre según el cuerpo es de la tierra, y por eso fue llamado así, casi terrenal; ya que, sin embargo, según el alma, su origen celestial es de Dios supremo, y el hombre consiste enteramente de alma y cuerpo, unidos juntos; por lo tanto, debido a esta unión de las dos naturalezas, hay dos nombres en los principales idiomas para significarlo. Pues en lengua hebrea no solo se dice אדם (Adam), sino también איש (ish), así como en latín no solo hombre, que corresponde en hebreo a אדם (Adam), sino también varón, que corresponde a איש (ish); varón por la fortaleza del ánimo y el vigor de la razón; aunque también en hebreo después de la caída se le llama אנוש (enosh), que significa deplorado y calamitoso, por la miseria y las penas que sufrió por el pecado. En griego, de manera similar, se le llama βροτός (brotós), es decir, terrígena y mortal, por razón del cuerpo; ἀνήρ (anēr), es decir, varón, por razón de la mente; y por razón de ambos se le llama ἄνθρωπος (ánthrōpos) de ἄνω (ánō) y ρέπων (répōn), casi como si tendiera hacia arriba o mirara hacia arriba, como algo que tiene de la tierra, por lo que está allí, y algo del cielo, hacia lo cual mira y aspira; o se le llama así, como dice Sócrates en el Crátilo de Platón, casi como ἀναθρῶν ἅ ὄπωπε (anathrōn ha opōpe), es decir, considerando lo que ha visto. Pues es propio del hombre considerar lo invisible a partir de lo visible, es decir, recibir de los sentidos, según los cuales es terrenal y ve cosas terrenales, para elevarse de nuevo por el entendimiento a la cognición de lo invisible.
También debemos saber que este nombre: Adam, no es propio del primer hombre, sino que abarca toda la especie humana y ambos sexos; así como en latín hombre, y en griego ἄνθρωπος (ánthrōpos). Porque dice la Escritura que, en el día en que Dios creó al hombre, a imagen de Dios lo hizo; macho y hembra los creó y los bendijo y llamó su nombre Adam. Sin embargo, ese primer hombre fue siempre llamado con ese nombre, por una preeminencia y excelencia particular.
Porque él fue el principio de toda la raza humana, y en él estaba virtualmente contenida toda la naturaleza humana en semilla, y de él se propagó toda la raza humana. Y por eso San Agustín, considerando tal nombre como propio de ese hombre, siguiendo a San Cipriano, dijo que así se le llamó porque esa tierra de la cual fue formado ese hombre fue tomada de las cuatro partes del mundo, que se expresan en las cuatro letras de su nombre en griego: A, Ἀνατολή (Anatolē); oriente; Δ, Δύσις (Dysis); occidente; Α, Ἄρκτος (Arktos); norte; Μ, Μεσημβρία (Mesēmbria); sur. Sin embargo, esto no está suficientemente demostrado en hebreo; pero no puede hacer daño si se cree, aunque no sea verdad.
Pero volviendo a nuestro asunto, decimos que, cuando el Señor dijo: Hagamos al hombre: por hombre entendió a ese primer hombre, y en él toda la naturaleza humana a la vez, como si ya estuviéramos todos contenidos en él, de quien después íbamos a ser propagados. Y no simplemente dijo: Hagamos al hombre, sino que añadió: A nuestra imagen y semejanza. Por lo tanto, debemos considerar cómo se dice que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios.
Algunos han pensado aquí, errando gravemente, que nuestra alma es de la sustancia de Dios, y por eso se dice que fue hecha a imagen y semejanza de Dios, ya que la primera y principal semejanza está en la misma naturaleza. Pero pensar esto es demente. La sustancia de Dios no fue hecha, ni Dios permite tener algo semejante fuera de sí en la misma naturaleza. Porque está escrito: ¿A quién… habéis hecho semejante a él? Y en otro lugar: Señor, ¿quién es semejante a ti? Y: No hay semejante a ti entre los dioses, Señor. Esto no se puede encontrar en absoluto.
Pero vayamos, supongamos que esta semejanza es según la naturaleza. Pregunto: ¿según qué naturaleza? ¿Genérica, específica o individual? Ciertamente, como Dios está fuera y por encima de todo género, siendo una sustancia infinita y totalmente libre de composición, como el acto más puro y simplicísimo: no hay manera de que seamos semejantes a Él según género, especie o individuo; sino que esta semejanza debe entenderse a través de una cierta analogía.
Pero en contra de este error estaba la locura de los antropomorfitas, quienes creían que Dios tenía cuerpo y alma, como nosotros; y por eso afirmaban que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, no solo según el alma, sino también según el cuerpo. Pero esto también es igualmente absurdo y ridículo según la verdadera teología; porque Dios es Espíritu, y no puede ser circunscrito o definido por ninguna característica o figura corpórea. Todos los Santos Doctores afirman que esta imagen y semejanza de Dios en el hombre debe entenderse según la mente, en la cual el hombre supera por naturaleza a los irracionales. Insinuando esto, la Escritura añade inmediatamente: Y domine sobre los peces del mar, y las aves del cielo y las bestias de toda la tierra.
Los teólogos escolásticos, sin embargo, consideran diligentemente tres cosas acerca de esto: vestigio, semejanza e imagen. En primer lugar, el vestigio: si alguien, por ejemplo, pisara la tierra, dejaría una huella de sí mismo, de modo que de alguna manera se pudiera saber que un hombre pasó por allí y dejó esa huella: pero esa huella de ninguna manera se llamará imagen o semejanza del hombre. Así, todas las criaturas, en cuanto creadas y participantes del ser, son como una cierta huella de Dios en sí mismas: porque indican que Dios las produjo. Y en cuanto todas participan del ser, tienen en sí un vestigio del Padre expresado, que es el principio, fuente y origen de todo ser; así que cualquier cosa que sea una entidad, o persona, es de Él. Además, en cuanto cada criatura muestra su especie y belleza, como si estuviera hecha de antemano, representa un cierto vestigio del Hijo, que es el arte del Sumo Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, y la razón plena de todas las razones vivientes.
Además, porque en cada cosa se encuentra una cierta inclinación y tendencia natural, por la cual se mueve ya sea para adquirir su perfección, o para comunicarse a otra – porque todo bien por su naturaleza es comunicativo y difusivo de sí mismo, – lleva un cierto vestigio del Espíritu Santo, que es el amor común del Padre y del Hijo, procediendo de ellos, por el cual se aman a sí mismos y a las criaturas, y se difunden en las criaturas.
Sin embargo, tales vestigios no llevan en sí la semejanza de la naturaleza divina. Pues siendo las criaturas irracionales carentes de razón e intelecto, aunque signifiquen el intelecto supremo, ya que son dirigidas por un intelecto que no yerra, no pueden representar su semejanza; así como el humo indica el fuego, pero no nos representa la forma del fuego. Solo la naturaleza intelectual tiene de algún modo la semejanza de Dios, en cuanto es intelectual y libre en su arbitrio y tiene poder por sí misma; estas condiciones están en Dios de la manera más alta y eminente por su propia naturaleza.
Por lo tanto, el hombre, en cuanto representa a Dios mismo en el mundo, se dice que fue hecho a semejanza de Dios según el alma. Así como Dios conoce todas las cosas: así el hombre es por su naturaleza conocedor de todas las cosas; así como Dios es libre para actuar: así también el hombre; así como Dios es único en el mundo: así el alma es única en el cuerpo; así como Dios mueve todas las cosas en el mundo, permaneciendo inmóvil en sí mismo: así el alma mueve todo el cuerpo, permaneciendo inmóvil ella misma; así como Dios es inmortal en el mundo: así el alma en el cuerpo; así como Dios no duerme en el mundo: así tampoco el alma en el cuerpo; así como Dios gobierna el mundo: así el alma gobierna el cuerpo; y así como Dios no necesita alimento o bebida en el mundo, ni toma alimento o bebida: así tampoco el alma en el cuerpo; así como Dios está todo en todo el mundo y todo en cada una de sus partes: así el alma en el cuerpo; así como Dios ve todas las cosas, y no se le ve en el mundo: así el alma en el cuerpo; así como Dios, aunque está en todo lugar, no se contamina con las impurezas de los lugares: así el alma en el cuerpo; así como Dios llena todo el mundo: así el alma llena todo el cuerpo; así como Dios en el mundo, aunque está en todas partes por su poder, esencia y presencia, sin embargo actúa de manera diversa en las diversas partes del mundo: así el alma en el cuerpo; y así como las operaciones de Dios se perciben más perfectamente en el lugar bendito y en el cielo, por lo que allí se dice que Dios está especialmente y habita y reina: así el alma en la cabeza y el corazón; y así como Dios domina todo: así el hombre según la mente y la razón, como se dice aquí: Y domine sobre los peces del mar y las aves del cielo y las bestias de toda la tierra.
Sin embargo, la imagen perfecta de Dios no consiste en estos aspectos; ya que aunque nuestra alma es muy similar a Dios en los predicados mencionados, esta semejanza se considera accidental, ya que reside en los accidentes del alma. En cambio, la imagen se establece en la sustancia misma del alma y en sus potencias naturales: memoria, inteligencia y voluntad. Es en estas potencias donde debe residir la imagen de Dios, a la cual fue hecho el hombre. Así como Dios es uno, pero en tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, así nuestra alma, siendo una en sustancia, consiste en estas tres potencias; y en la memoria brilla la imagen del Padre, porque la memoria, fecunda con el acto de decir, produce la palabra; en la inteligencia se expresa la imagen del Hijo, porque el Hijo es generado de manera intelectual y natural, y por eso el Hijo en la divinidad es el conocimiento generado, mediante el cual el Padre se conoce y al conocerse, produce a otro sí mismo, es decir, al Hijo; en la voluntad se insinúa la imagen del Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo procede de manera volitiva del Padre y del Hijo, como de un principio único. Por lo tanto, el Espíritu Santo no es más que el amor con el que el Padre y el Hijo se aman mutuamente; y así como el Hijo es generado por el Padre y el Espíritu Santo procede de ambos, de igual manera la inteligencia surge de la memoria, tomando la inteligencia tanto como potencia y acto, y la voluntad surge de ambas, es decir, de la memoria y la inteligencia, tomando la voluntad tanto como potencia como acto. La imagen de la Santísima Trinidad, como prefieren los teólogos posteriores, no consiste únicamente en los primeros actos del alma, sino en los primeros y segundos actos tomados juntos. Así, no solo brilla la distinción, origen y producción de las Personas divinas, como se ha dicho, sino que también se representa expresamente la identidad de las mismas y la unidad de la esencia divina.
San Agustín, además de esta, asigna otra imagen: en la mente, el conocimiento o la palabra, y el amor; que también, con todo derecho, expresan tanto la producción como la distinción de las Personas divinas. Porque la mente engendra la palabra, y con la palabra produce posteriormente el amor; y así la mente representa al Padre, la palabra al Hijo, y el amor al Espíritu Santo; y la unidad de la esencia, ya que todas estas cosas pertenecen a una misma alma.
Aunque estas cosas son muy verdaderas, el intelecto aún no puede descansar, debido a que se dice que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios, como si antes hubiera existido alguna imagen a la cual fue formado el hombre. Por lo tanto, dado que la Verdad Hebrea dice así: וּתנוְּדמ כִּ מנוּ אּבּצַלְ אָ ָדם זּה ַנ ﬠ (Na'aseh Adam b'tsalmenu kid'mutenu): Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y el Targum caldeo también lo traduce así: אשָׁ ֱא ָנ ַנ ﬠבֵיד ָת ָנא ִכּ אּדמוּ ָמ ָנא אּבּצַלְ (Na'avid Enasha b'tsalmena kid'mutana), es decir: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, nosotros podemos entender lo mismo por imagen y semejanza, de acuerdo con esta escritura, para que el sentido sea: Hagamos al hombre a nuestra imagen, es decir, imprimamos nuestra imagen en la naturaleza humana, de modo que sea una especie de simulacro de la divinidad y represente nuestra naturaleza: así como en una moneda acuñada la imagen del rey o del príncipe, según aquello:
¿De quién es esta imagen y la inscripción? es la figura y la imagen expresada de César en madera, piedra o bronce, un cierto simulacro suyo: así en nosotros la imagen de Dios es una cierta semejanza expresada y simulacro de Dios. Y de esta manera, todo lo que se ha dicho anteriormente se expresa en estas palabras; especialmente aquello en lo que representa a Dios presidiendo y dominando sobre todas las cosas; mientras que él mismo es constituido por naturaleza sobre lo inferior a él. Por eso se añade inmediatamente: Y domine sobre los peces del mar, y las aves del cielo y las bestias de toda la tierra. En la fuente dice: וּדִּירְ ְו (v'yir'du), y dominen: incluye ambos sexos, abarca a todos los hombres; porque esta es la dignidad de la naturaleza.
Nota aquí el Rabino Salomón que se dice así, "porque en esta lengua רידוי (ridui), significa descenso, y ירידה (yerida), significa presidencia o dominio: para indicar que si mereciera, o si el mundo fuera digno, dominaría sobre las bestias y los animales de carga; si no lo mereciera, descendería a la aflicción, y las bestias dominarían sobre él."
Sin embargo, nosotros decimos que este tipo de dominio es natural para el hombre. El hombre es por naturaleza más sobresaliente, noble y perfecto. Siempre, las cosas más imperfectas están dirigidas y ordenadas hacia las más perfectas, como hacia su fin, y les sirven: la tierra a las plantas, las plantas a los animales, y todas estas cosas al hombre; cuyo gobierno, adornado con la prudencia de la mente, la perspicacia de la razón y la sacratísima imagen de Dios, puede ejercer de la manera más conveniente y dominar sobre los demás. Y aunque debido a la culpa del primer pecado, de todos los posteriores por origen, el hombre ha sido despojado de la capacidad de dominar sobre muchos animales que lo atacan y ponen en peligro la vida de los hombres, no obstante, nunca ha perdido el derecho de dominar sobre todos ellos. Porque aunque muchos escapan de su dominio de facto, siempre el hombre por naturaleza tiene el derecho sobre ellos, y a veces los somete a su poder; como dice Santiago en su Epístola:
"Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes... se doma y ha sido domada por la naturaleza humana."