Santa Hildegarda de Bingen
Doctora de la Iglesia, Abadesa, Mística, Compositora, Teóloga, Naturalista
(1098-1179)
Santa Hildegarda de Bingen nació en el verano de 1098 en Bermersheim vor der Höhe, en el valle del Rin (actual Renania-Palatinado, Alemania), en el seno de una familia noble alemana. Fue la menor de diez hijos de Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio del conde de Spanheim, y su esposa Matilde de Merxheim-Nahet. Según la costumbre medieval, fue considerada como el diezmo para Dios y consagrada desde su nacimiento a la vida religiosa.
Formación y Vocación
A los ocho años, Hildegarda fue entregada para su educación a la condesa Judith de Spanheim (Jutta), hija del conde Esteban II de Spanheim, quien la instruyó en el rezo del salterio, la lectura del latín, la Sagrada Escritura y el canto gregoriano. Ambas vivieron inicialmente en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, en 1112, ambas se enclaustraron en el monasterio benedictino de Disibodenberg. En 1114, Hildegarda emitió su profesión religiosa bajo la Regla de San Benito, recibiendo el velo de manos del obispo Otón de Bamberg. Tras la muerte de Jutta en 1136, Hildegarda fue elegida unánimemente como abadesa (magistra) de la comunidad.
Dones y Características Especiales
Desde los tres años de edad, Hildegarda experimentaba visiones místicas acompañadas de manifestaciones lumínicas. Estas visiones no ocurrían durante el sueño ni en estado de éxtasis, sino estando plenamente consciente. Ella describió estas experiencias como "una luz tal que mi alma tembló", provenientes de lo que llamaba la "sombra de la luz viviente" (umbra viventis lucis). A pesar de su débil constitución física y sus constantes enfermedades, estas experiencias místicas le permitieron desarrollar una extraordinaria visión teológica y cosmológica.
En 1141, a los 42 años, recibió un mandato sobrenatural de escribir las visiones que experimentaba. Para disipar sus dudas, consultó con San Bernardo de Claraval, quien la animó a reconocer este don como una gracia y responder con humildad y devoción. En 1148, el papa Eugenio III, tras el estudio de un comité de teólogos durante el sínodo de Tréveris, aprobó su obra Scivias y declaró que sus visiones eran fruto de la intervención del Espíritu Santo.
Ministerio Principal
Hildegarda fundó dos monasterios benedictinos: el monasterio de Rupertsberg cerca de Bingen en 1150, y el de Eibingen en 1165, del cual fue abadesa hasta su muerte. A pesar de las restricciones de la clausura medieval, realizó varios viajes de predicación por toda Alemania entre 1150 y 1162, visitando ciudades como Colonia, Tréveris, Lieja, Maguncia, Metz, Bamberg y Würzburgo. Esto era extraordinario para una mujer de su época.
Su influencia se extendió más allá de los muros del convento. Mantuvo correspondencia con las personalidades más destacadas de su tiempo, incluyendo papas, emperadores como Federico I Barbarroja, reyes como Enrique II de Inglaterra, y figuras eclesiásticas como San Bernardo de Claraval. Se conservan aproximadamente 400 de sus cartas. El emperador Federico I le otorgó en 1163 un edicto de protección imperial a perpetuidad para su monasterio.
Obras y Contribuciones Importantes
Hildegarda fue una verdadera polímata medieval. Sus obras principales incluyen:
Obras teológicas y visionarias:
- Scivias (Conoce los Caminos, 1141-1151): Su primera gran obra visionaria, que tardó diez años en completar
- Liber Vitae Meritorum (Libro de los Méritos de la Vida, c. 1150-1163): Sobre psicología moral y penitencia
- Liber Divinorum Operum (Libro de las Obras Divinas, 1163-1173): Su tercera gran obra visionaria sobre cosmología y antropología teológica
Obras científicas y médicas:
- Physica (Ciencias Naturales): Sobre las propiedades de plantas, animales y minerales
- Causae et Curae (Causas y Remedios): Tratado sobre medicina y el funcionamiento del cuerpo humano
Obras musicales:
- Symphonia Armonie Celestium Revelationum: Colección de cantos litúrgicos, siendo una de las compositoras más prolíficas de música sacra medieval
- Ordo Virtutum: Drama litúrgico y posiblemente el ejemplar más antiguo que sobrevive de teatro de moralidad
Otras obras:
- Lingua Ignota: Una lengua construida de su propia invención
- Más de 400 cartas de dirección espiritual y consejo
- 58 sermones dirigidos a su comunidad
Hildegarda supervisó las iluminaciones en miniatura que acompañaron sus obras visionarias, creando un corpus visual extraordinario que ha llegado hasta nuestros días.
Vida Espiritual
La espiritualidad de Hildegarda se caracterizó por una profunda integración entre la contemplación mística y la acción práctica. Su teología enfatizaba la viriditas (el verdor o fuerza vital de Dios), la conexión entre el microcosmos humano y el macrocosmos divino, y la interrelación armoniosa de toda la creación. Veía a los seres humanos como "chispas vivientes" del amor de Dios.
Su vida espiritual estuvo marcada por la obediencia, simplicidad, caridad y hospitalidad benedictinas. Sin embargo, no dudó en desafiar la autoridad eclesiástica cuando su conciencia así se lo dictaba, como cuando trasladó su comunidad contra la voluntad del abad de Disibodenberg, o cuando defendió el entierro de un joven en su monasterio que había sido excomulgado pero reconciliado antes de morir.
Combatió las herejías de su tiempo, especialmente el catarismo, y trabajó activamente por la reforma de la Iglesia. Su compromiso con la reforma gregoriana y su valentía para confrontar incluso al emperador Federico Barbarroja cuando apoyaba antipapas, demuestran la fortaleza de su carácter y convicción espiritual.
Últimos Años y Muerte
Los últimos años de Hildegarda estuvieron marcados por controversias y pruebas. En 1178, su monasterio fue puesto bajo interdicto por el obispo local debido al entierro del joven mencionado anteriormente. Hildegarda protestó enérgicamente esta sanción que prohibía la celebración y recepción de la Eucaristía en el monasterio de Bingen. El interdicto fue levantado solo unos meses antes de su muerte.
A pesar de haber sufrido enfermedades constantes durante toda su vida, Hildegarda vivió hasta los 81 años, una edad extraordinaria para su época. Falleció en olor de santidad el 17 de septiembre de 1179 en el Monasterio de Rupertsberg, Bingen am Rhein, rodeada de sus hermanas.
Canonización y Legado
Aunque Hildegarda fue venerada como santa desde poco después de su muerte y su beatificación fue confirmada en 1326 por el papa Juan XXII, el proceso formal de canonización quedó incompleto durante siglos. El 10 de mayo de 2012, el papa Benedicto XVI la inscribió formalmente en el catálogo de santos mediante canonización equivalente.
El 7 de octubre de 2012, en la apertura de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Benedicto XVI la proclamó Doctora de la Iglesia Universal, convirtiéndola en la cuarta mujer en recibir este título, junto con Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila y Santa Teresa de Lisieux. El Papa reconoció "su santidad de vida y la originalidad de sus enseñanzas".
El legado de Hildegarda abarca múltiples campos: la teología, la música sacra, la medicina natural, la botánica, la ecología espiritual y el papel de la mujer en la Iglesia. Es considerada por muchos expertos como la madre de la historia natural. Su obra musical es la más extensa de cualquier compositor medieval, y sus composiciones continúan interpretándose en la actualidad. Sus tratados médicos anticiparon enfoques holísticos de la salud que relacionan cuerpo, mente y espíritu.
Fiesta litúrgica: 17 de septiembre
"No podemos vivir en un mundo que no es nuestro, en un mundo que es interpretado para nosotros por otros. Un mundo interpretado no es un hogar. Parte del terror es recuperar nuestra propia escucha, usar nuestra propia voz, ver nuestra propia luz."
Santa Hildegarda de Bingen nos enseña que la santidad no está reñida con el conocimiento, la creatividad y el valor para defender la verdad. Su vida extraordinaria nos recuerda que Dios puede obrar maravillas a través de quienes se abren humildemente a su gracia, sin importar las limitaciones que la sociedad o las circunstancias impongan. Como polímata medieval, nos invita a integrar fe y razón, contemplación y acción, reconociendo la presencia divina en toda la creación.
Obras:
Año | Título | Género |
---|---|---|
Epistolario | Primeras Ediciones |